Mientras los líderes chinos y japoneses se congregan el jueves en la ciudad rusa de San Petersburgo para una cumbre del Grupo de los 20 (G20), está creciendo la curiosidad sobre la posibilidad de un contacto entre los dos vecinos en el marco de la misma.
En la víspera de la cumbre del G20, un destacado diplomático japonés indicó que Tokio está trabajando para la celebración de una conversación entre el primer ministro nipón, Shinzo Abe, y el presidente chino, Xi Jinping, aunque es imposible concertar una reunión formal.
Sin embargo, Li Baodong, viceministro de Exteriores chino, ha dejado claro la semana pasada que no existe base ahora para una reunión entre los líderes, poniendo en duda la posibilidad de cualquier forma de conversaciones bilaterales a corto plazo.
El rechazo decidido de China es un mensaje fuerte para Japón declarando que Tokio es responsable del actual deterioro de las relaciones bilaterales y debe atenerse a las consecuencias.
Desde que el Gobierno nipón tomara hace un año una actitud agresiva nacionalizando las islas Diaoyu, territorio inherente de China, los vínculos entre los dos vecinos se han deteriorado hasta los peores niveles de los últimos años.
A través de repetidos llamamientos para mantener conversaciones, parece que Japón presenta la buena voluntad de reparar las estancadas relaciones con China, pero su sinceridad es aún dudosa.
Una persona debe ser juzgada por sus hechos, no por sus palabras. Se aplica la misma lógica para un país.
Por una parte, Japón extendió la rama de olivo con una oferta de palabra para el diálogo. Por otra parte, la administración de Abe nunca ha dejado de realizar declaraciones ofensivas y acciones provocativas que han destruido el talante para cualquier encuentro.
En el último incidente, Abe rompió con una tradición de dos décadas omitiendo cualquier expresión de remordimiento por la histórica agresión japonesa en Asia, con motivo del 68º aniversario de su rendición de la Segunda Guerra Mundial, mientras en el mismo día tres miembros de su gabinete visitaron el polémico santuario Yasukuni, donde se honra a notorios criminales de guerra.
La continua negación de la historia daña los sentimientos de los pueblos de los países vecinos, incluida China, que sufrió atrocidades a manos de los invasores japoneses.
Respecto a las Islas Diaoyu, Abe ha estado negado categóricamente la existencia de una disputa con China, cerrando así la puerta a cualquier conversación franca.
Sin nada sobre la mesa, la llamada reunión no servirá para nada más que un apretón de manos y una foto. No hay lugar para conversaciones vacías en la ya ocupada agenda de los líderes.
Si Japón continúa hablando de una manera y actuando de otra, incluso una charla cortés es innecesaria.
Hay que señalar que China siempre ha insistido en el diálogo para resolver disputas entre países. Si Japón es verdaderamente sincero en su llamamiento al diálogo, debe tomar acciones reales para crear un ambiente correcto, en vez de jugar cara a la galería.
El teléfono móvil cumple 40 años
Viaje por China: cada día más fuera del alcance
Contacto
Twitter
Facebook
RSS
Imprimir
Favorito
Corregir
e-mail
