Por Mu Yongpeng
Recientemente, un responsable de la compañía Huawei señaló que, en cuanto a las operaciones comerciales de la empresa, el principal mercado de crecimiento en el futuro serán los países desarrollados, excepto Estados Unidos. Tales palabras han llevado a especulaciones de que “Huawei ha abandonado el mercado estadounidense”. Es de conocimiento público que Huawei ya ha sufrido casi 12 años de exclusión en el mercado de ese país, y es resultado del proteccionismo puesto en práctica por Washington.
Como principal promotor de la globalización y liberalización, EEUU ha sido el principal beneficiario en su ingreso a los mercados de los países en desarrollo. Sin embargo, desde la crisis financiera internacional, se ha producido una ola de proteccionismo. Bajo la bandera del interés público y adhiriéndose a los puntos de referencia de los reglamentos nacionales, han llevado a cabo un proteccionismo comercial para lograr una ventaja competitiva ilegítima de sus empresas, con excusas como la seguridad nacional, la salud pública y la protección del medio ambiente. Esto no sólo viola las normas de la Organización Mundial del Comercio, sino también causa daño a las empresas de otros países y tampoco le hace bien a ellos mismos.
El proteccionismo genera a menudo un efecto en cadena, formando una alianza entre países desarrollados, que en última instancia daña los intereses de los países en vías de desarrollo. Estudios del Banco Mundial muestran que cuando los costos de operación –para cumplir con los requisitos de importación de los países desarrollados- en los países en vías de desarrollo aumenta en un 1%, el costo de producción de las empresas se incrementa entre el 0,06% y el 0,13%. De esta manera, la mayoría de los países en desarrollo tienen que pagar un precio muy alto. Entre el 2010 y el 2012, EEUU presentaron 520 notificaciones de barreras técnicas comerciales y 432 notas de medidas fitosanitarias, sin embargo en el mismo periodo en la OMC sólo hubo tres litigios de barreras técnicas en contra de Estados Unidos. De todos los países del mundo, las empresas chinas han sido las más golpeadas.
El proteccionismo es una espada de doble filo que, mientras expande los intereses, también ha traído efectos negativos en Occidente. En primer lugar, a la hora de implementar las leyes hay que hacerse cargo del enorme costo de la protección. La Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos estima que sólo para implementar la “Ley de modernización de seguridad alimentaria”, el gobierno deberá gastar unos 1.400 millones de dólares entre el 2011 y el 2015, mientras que el gasto será aún mayor para el sector privado. Este costo, junto con los gastos provocados por el aumento de los precios de los productos, es cubiertos principalmente por los consumidores del país. En segundo lugar, el “proteccionismo” en definitiva no ayuda a mantener la competitividad económica de los países occidentales. En tercer lugar, al llevar a cabo medidas proteccionistas se pueden generar disputas con los países afectados, generando represalias mutuas, o a la hora de recurrir a mecanismos de resolución de disputas comerciales regionales.
En el mundo actual, la globalización económica y la integración regional se están desarrollando cada vez más rápidamente, lo cual está haciendo más poderosa la tendencia de cooperación y ganancia compartida. Frente a la continua depresión y falta de recuperación en la economía actual, Occidente debería abandonas las prácticas “proteccionistas” para, con un espíritu de cooperación y una mente abierta, poder obtener beneficios mutuos.
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