En los últimos tiempos se ha solidificado una barrera política que impide la inversión directa china en EE. UU, la cual se ha convertido en una importante fuente de discordia en las relaciones económicas y comerciales. En 2012, dos empresas chinas, Huawei y ZTE, fueron investigadas por el Senado estadounidense y acusadas de poner en peligro la seguridad nacional de EE. UU. Posteriormente, el Gobierno de Barack Obama intervino el establecimiento de una fábrica del grupo chino SANY en el país. SANY ha recurrido a los procedimientos legales para defender sus derechos. El tratamiento injusto a las empresas extranjeras en EE. UU. refleja el control que grupos poderosos mantienen sobre políticos estadounidenses y la fragilidad de la economía del país.
Los nuevos retos que afrontan las relaciones económicas y comerciales sino-estadounidenses indican que el diablo está en los detalles. Los vínculos son relativamente sanos, pero las grietas podrían provocar un estallido. Es crucial que ambos países mantengan una mentalidad positiva y una cooperación en la mesa de negociaciones, pues la vitalidad de la relación entre los dos poderes económicos influirá directamente en la economía mundial.