El presidente filipino, Rodrigo Duterte, declaró este sábado un alto el fuego indefinido a fin de allanar el camino para reanudar las conversaciones de paz con los rebeldes comunistas en la próxima semana, informó el consejero presidencial para el Proceso de Paz, Jesus Dureza.
Las conversaciones de paz están previstas para el 22 de agosto en Oslo, capital de Noruega.
El presidente Duterte ha "restaurado los efectos del cese del fuego unilateral con el Partido Comunista Filipino y el Frente Democrático Nacional, y será efectivo a partir de esta medianoche, 21 de agosto", anunció Dureza en una rueda de prensa en el aeropuerto internacional, antes de partir para Oslo con el grupo del Gobierno.
"El alto el fuego durará tanto como sea necesario para traer la paz a esta tierra", indicó.
Agregó que la reanudación del cese al fuego llegó varios días después de que Duterte hubiera liberado unos 20 presos necesarios en las negociaciones de paz.
"Como decimos, se realizan continuos esfuerzos para llevar a cabo la reanudación de las conversaciones de paz en Oslo", afirmó Dureza, refiriéndose a los restantes presos políticos que tomarán parte en las conversaciones como "asesores".
El Gobierno filipino puso en libertad el viernes a dos líderes comunistas, Benito Tiamzon y su esposa, Wilma, y les permitió participar en las negociaciones en Oslo.
Las conversaciones en Oslo tienen previsto abordar "las reformas social y económica, política y constitucional, el fin de las hostilidades y de la disposición de las fuerzas, el alto el fuego, la seguridad conjunta y la inmunidad, así como la liberación de los detenidos políticos", según Dureza.
La administración de Duterte trata de forjar la paz con los rebeldes comunistas. Las conversaciones entre el Gobierno y los rebeldes se iniciaron en 1986, pero no condujeron a ninguna solución a lo largo de todos estos años.
La rebelión comunista empezó en 1969 y alcanzó su nivel máximo en 1987 cuando contaba con 26.000 guerrilleros armados. Sin embargo, el movimiento ha declinado desde entonces debido a las diferencias en la estrategia y la táctica y a los arrestos de muchos de sus máximos líderes a finales de la década de los 1980.
El Ejército estima que el número actual de los rebeldes armados comunistas se sitúa alrededor de 4.000.