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Indígenas colombianos desplazados buscan paz en Panamá

Actualizado a las 30/03/2013 - 10:02
La presencia en Panamá, desde noviembre pasado, de 43 indígenas colombianos plantea un nuevo dilema sobre los desplazados.
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La presencia en Panamá, desde noviembre pasado, de 43 indígenas colombianos plantea un nuevo dilema sobre los desplazados.
Los colombianos caminaron seis días por la selva hasta llegar a la comunidad aborígen de Emberá Wounnan de Bajo Chiquito, en esta nación centroamericana y huyendo de la violencia en su propio país.
Estas familias -que no son las primeras que vienen a Panamá desde el vecino país buscando la paz- prefieren quedarse a regresar a sus localidades de origen.
"Vinimos porque escuchamos que Panamá era un sitio sano y libre. Estamos felices y nos sentimos más cómodos aquí", aseguró el desplazado colombiano Luis Valencia en entrevista con Xinhua en Bajo Chiquito, una comunidad panameña en la oriental provincia de Darién -fronteriza con Colombia- y que pertenece a la misma etnia.
En su relato, Valencia cuenta que se había mudado antes de la localidad de Santa Lucía, en el Atrato Medio, en Colombia, hacia el municipio de Acandí, en el departamento colombiano del Chocó, por el temor y las amenazas de paramilitares y guerrilleros.
Sin embargo, la situación se puso difícil de nuevo, y él y los miembros de otras familias no tuvieron más alternativa que irse y hacer una peligrosatravesía rumbo a Panamá.
Pese al sentido humanitario y la hospitalidad mostrados por los habitantes de Bajo Chiquito -en la comarca Emberá Wounnan- a los desplazados que llegaron a pie, su presencia genera inquietudes desde el punto de vista legal.
Además, se debe tomar en cuenta que son personas que tienen expectativas y que necesitan un medio de vida seguro y perspectivas futuras para ellos y sus hijos.
Betanio Chiquidama,el cacique general de la comarca Emberá Wounnan, explicó que la situación de estas personas tiene que ver con el cumplimiento de tratados internacionales en el caso de quiénes se van a otro territorio en busca de seguridad.
Sin embargo, aunque reconoció que en la comarca indígena panameña Emberá Wounnan hay gobernanzas, explicó que no se ha legislado en cuanto el tema de los desplazados.
Chiquidama reconoció que la presencia de estas personas, que llegaron en condiciones muy precarias y entre quienes hay niños y adultos mayores, genera cierta presión, y que si se aplicaran reglamentos propios se sacaríaa las mismas de este territorio.
"Esto (la llegada de los desplazados) es un problema social, porque la comarca tiene que ver cómo alimenta y hospeda a estas personas. Si esta migración se da con mayor número de personas eso va a crear problemas", indicó Chiquidama.
"Hay que tener, además, mucho cuidado con quienes vienen, y la comunidad Emberá no está preparada para eso", agregó.
Chiquidama explicó que ante esta situación se han establecido contactos con organizaciones como la Cruz Roja y Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), en busca de ayuda, pues se trata de seres humanos. "Sus niños entran ahora a clase" en las escuelas, agregó.
Confió en que haya organizaciones que asuman su responsabilidad en este caso.
"Estos indígenas (los desplazados) hablan nuestro idioma. Si no hubiera sido así hubiéramos tenido que coordinar con las autoridades y con Colombia. También vemos que no sean violentados sus derechos y que si vuelven (a Colombia) sus vidas no queden en peligro", agregó.
Al respecto, Valencia recordó que hace unos años los paramilitares que llegaron a la localidad en la que vivía en Colombia mataban sin hacer preguntas, y que inclusive amenazaron a sus tíos, y por ello pensaron mejor en irse a otro lugar.
Además, reconoció que esta situación le ha afectado en sus aspiraciones de poder asistir a la universidad, aunque no pierde la esperanza de que "alguien le colabore" para tener la oportunidad de estudiar.
"Aquí estoy fracasado por la violencia en Colombia", aseguró Valencia.
Para Miguel González, otra de las personas que llegó con este grupo de desplazados, el miedo por la presencia de la guerrilla y los paramilitares en su país fue más fuerte, porque ellos no forman parte de esas organizaciones.
El desplazado recordó que una matanza y las amenazas que sufrieron de parte de guerrilleros y paramilitares influyeron para que él y otras personas decidieran irse de Acandí, en donde también tenían cultivos.
González relató que este grupo de familias pasó muchos trabajos durante los días de caminata por la selva, incluido un día en el que ya no tenían comida, y otro en el que pasaron por lugares donde el suelo era muy resbaloso, antes de llegar de noche a su destino.
"Estamos pensando en hacer casas aquí. No voy a regresar más a Colombia, porque hay mucha violencia. Ya colocaron a mis hijos en la escuela. Me siento muy feliz sin violencia", aseguró González.

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