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Los discípulos africanos del templo Shaolin

Actualizado a las 22/07/2013 - 09:15
ZHENGZHOU, 21 jul (Xinhua) -- Puños apretados, ágiles patadas, rápidos golpes...El Kung Fu de Shaolin causó una gran impresión entre los niños de la aldea de Cote d´Ivoire en la que nació Mabre N´guessan Valerie.
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ZHENGZHOU, 21 jul (Xinhua) -- Puños apretados, ágiles patadas, rápidos golpes...El Kung Fu de Shaolin causó una gran impresión entre los niños de la aldea de Cote d´Ivoire en la que nació Mabre N´guessan Valerie.

"El Templo Shaolin es muy famoso en mi país. Me enamoré del Kung Fu de Shaolin a los 10 años cuando vi por primera vez 'Las 36 cámaras de Shaolin'", asegura Valerie, ya cumplidos los 23, con un ligero acento francés.

Sin embargo, los sueños de los niños de su aldea se desvanecieron en medio de la pobreza. Muchos de ellos, faltos de educación o formación, tuvieron que luchar para sobrevivir.

"Tengo mucha suerte", admite Valerie, que entró en el Templo Shaolin en febrero de 2012 con un programa de beneficencia.

Hasta ahora, nueve estudiantes de países africanos como Gabón, Camerún, Uganda, Cote d´ Ivoire y Congo han sido admitidos en un curso de cinco años sobre la cultura Shaolin con alojamiento gratuito, explicó Wang Yumin, decano de la Oficina de Asuntos Extranjeros de Shaolin.

Al principio, Valerie tuvo problemas para adaptarse a la vida en Shaolin. "No estábamos acostumbrados a la comida y el idioma es difícil".

Después de 18 meses, se lleva bien con sus compañeros chinos y puede hablar chino con relativa fluidez.

Un día cualquiera en Shaolin es simple pero significativo, asegura su compatriota Yahou Hugues Michael, de 29 años.

Se levantan a las 5:30 de la mañana, media hora antes de que empiecen los ejercicios de Kung Fu. A las 7:00 desayunan. A las 8:30 empieza la segunda sesión matutina. Entre las 10:30 y el mediodía tienen clases obligatorias de chino. Por la tarde, gastan toda la energía que les queda en una tercera sesión de entrenamiento.

"Es agotador, pero ya estoy acostumbrado," dijo Valerie, que se siente físicamente más fuerte que cuando empezó.

"Aunque ofrecemos alojamiento y entrenamiento gratuitos, e incluso ropa, zapatos, calcetines y otros artículos básicos para los estudiantes africanos más necesitados, no les forzamos a seguir una estricta doctrina religiosa", asegura Wang.

Sin embargo, Valerie y sus amigos asisten a las oraciones matutinas, porque según él "son agradables de escuchar y calman nuestros corazones".

Emmanuel Ngalle, un camerunés de 26 años de edad, tuvo más dificultades con el chino que Valerie, pero le gusta meditar y tiene interés por el arte de China. En su tiempo libre, escucha canciones populares y ya puede cantar dos de los éxitos en un chino fluido.

Su próximo reto es aprender a cantar la ópera de Henan."Tenemos un cocinero al que le gusta la ópera de Henan y siempre la pone en la misma emisora de radio", explica Emmanuel.

Tras 19 meses en el Templo Shaolin, todavía está acostumbrándose a la comida china.

"Cada estudiante tiene una personalidad diferente. Algunos se convierten al budismo; otros se concentran más en el Kung Fu," señala Wang.

Además de artes marciales, los estudiantes también aprenden otros aspectos de la cultura china.

Michael, por ejemplo, quiere aprender medicina de Shaolin. "Mi chino no es suficientemente bueno. Cuando lo hable mejor, aprenderé medicina y masaje Tuina".

A pesar de sus idénticas togas grises y zapatos de algodón, cada estudiante tiene sueños distintos para el futuro.

"Quiero volver a casa para montar una escuela de Kung Fu y enseñar a los niños que no tienen dinero suficiente para venir a estudiar a China", afirma Valerie.

"Tal vez cree una escuela con diferentes clases, no sólo de Kung Fu sino también sobre la lengua y la cultura chinas", añade Emmanuel.

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