Por Zhu Dongyang
BEIJING, 3 mar (Xinhua) -- Es un momento de conmoción y dolor para el pueblo chino. Un total de 29 personas inocentes perdieron la vida y más de un centenar resultaron heridas el sábado pasado en un espeluznante ataque terrorista en la estación de ferrocarril de la suroccidental ciudad china de Kunming.
Pero ese no es el único sufrimiento para ellos. Aunque la mayoría de los medios de prensa del mundo cubrieron el incidente de manera profesional en línea con el principio de humanidad, un puñado de organizaciones noticiosas en Occidente ha puesto sal en la herida de China al rehusarse a reconocer la masacre de Kunming como lo que es verdaderamente.
Las autoridades chinas anunciaron oficialmente que la indiscriminada matanza fue un violento ataque terrorista organizado y premeditado, y la evidencia expuesta en la escena del crimen demuestra que fue protagonizado por separatistas de Xinjiang.
Sin embargo, ciertas organizaciones de prensa occidentales aún eligen ver los charcos de sangre inocente a través de gafas tintadas, recurriendo a tales medios de manipulación semántica como evocar asociaciones inapropiadas y colocando entre comillas la palabra terrorista.
Al leer entre líneas sus artículos se encuentran incluso escandalosas implicaciones de que la aterradora violencia responde a la política étnica de China y que Beijing exageró la amenaza "como pretexto para combatir" a los uigures.
La presencia de tal sospecha e insinuación difiere grandemente con su ausencia en la cobertura de dichas organizaciones de las explosiones durante el Maratón de Boston en 2013, para no mencionar los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Dicha información prejuiciada huele a doble rasero, teniendo en cuenta que el incidente de Kunming concuerda completamente con las definiciones de terrorismo aceptadas internacionalmente, incluidas las estipuladas por la Asamblea General de la ONU y la Unión Europea.
Por ello, la negligencia deliberada de la venenosa naturaleza de la matanza de Kunming no solo es perjudicial para la credibilidad de esas mismas organizaciones noticiosas, sino que también resulta ofensiva para las víctimas y el pueblo chino en su conjunto.
Las acusaciones implícitas contra la política étnica de China también carecen de base y están parcializadas. Beijing ha demostrado enteramente su compromiso para proteger la libertad de culto, preservar la diversidad cultural y promover el desarrollo y la prosperidad de las áreas habitadas por las minorías.
No existen bases que justifiquen a los separatistas de Xinjiang, y su deliberada matanza de civiles inocentes es un crimen contra la humanidad que toda persona con conciencia debe denunciar y combatir.
Esas informaciones distorsionadas han provocado una creciente condena. "Ningún terrorista puede tener cabida bajo el nombre de la libertad. ¡Qué vergüenza!", expresó un internauta en respuesta a un artículo publicado en la web por la revista Time. Muchos otros exigieron a esas organizaciones de prensa disculparse con el pueblo chino.
El terrorismo no conoce de fronteras y no merece la más mínima piedad. El doble rasero en el tema del terrorismo compromete los esfuerzos globales contra esta atroz amenaza que enfrenta toda la humanidad.
Mientras la comunidad internacional, incluida la mayoría de los miembros de la prensa mundial, lucha por impulsar la cooperación antiterrorista, esos medios parcializados deberían quitarse sus gafas tintadas y contribuir de una manera apropiada.