BEIJING, 6 ene (Xinhua) -- Las declaraciones hipócritas y autoengañosas realizadas este lunes por el primer ministro japonés, Shinzo Abe, deben alertar nuevamente a la región sobre el empeño de ese país secuestrado por la derecha de retroceder en la historia y revivir el sueño militarista.
No debería haber ningún sitio en el mundo para rendir tributo a los criminales de guerra. Sin embargo, Abe y los funcionarios derechistas visitaron con gran determinación el santuario donde se encuentran sepultados 14 criminales de guerra de clase A, y posteriormente insistieron en que la visita estaba justificada.
El premier nipón ha dado la espalda a la "paz mundial", a la vez que promueve el desarrollo militar y la enmienda de la Constitución pacifista redactada tras la Segunda Guerra Mundial, dirigida a refrenar al Japón militarista y agresivo que tantas atrocidades cometió en varios países de Asia.
Abe se ha acostumbrado y desarrollado habilidades en la rutina de enfurecer a los vecinos de Japón, y luego llamar al diálogo pronunciando las palabras adecuadas, tales como "paz mundial", "tratar los problemas" y "entendimiento". La verdad desnuda es que nunca ha tenido la sinceridad de traducir en acciones tan alentadoras palabras.
No solo China y sus vecinos asiáticos, sino también Estados Unidos y todo el mundo deben mantenerse alertas contra un Japón derechista, pues las actitudes revisionistas y autoengañosas de la administración de Abe respecto a la historia y la agenda de construir un país militarista inevitablemente suponen un grave peligro para la seguridad y estabilidad regionales.
Las heridas causadas por la invasión japonesa y su régimen colonial en los países asiáticos durante la primera mitad del siglo XX estaban muy frescas cuando Abe visitó el polémico santuario e intentó enmascarar su decisión como una visita de "paz".
El pueblo chino nunca olvidará los años de agresión japonesa que costó decenas de millones de vidas, así como la Masacre de Nanking, en que más de 300.000 chinos fueron brutalmente asesinados en seis semanas, los mortales experimentos bioquímicos realizados por el ejército japonés con los prisioneros chinos vivos y las numerosas violaciones y demás atrocidades carentes de toda humanidad.
Entre las víctimas también se incluyeron millones de soldados y civiles japoneses, quienes fueron llevados a una guerra injusta por parte de sus líderes y pagaron caro por las malas acciones.
Ningún país ni ningún ser humano deben experimentar nuevamente ese tipo de sufrimiento. Esa es la razón por la cual las lecciones de la historia deben ser aprendidas correctamente y transmitidas a las generaciones posteriores. Sin embargo, las actitudes impenitentes y las acciones provocadoras de la administración de Abe lo han impedido.
Sin el coraje para reconocer sus agresiones y atrocidades durante la guerra, Japón no podrá ganarse nunca el perdón de los países vecinos y las víctimas de la guerra, ni tampoco el respeto de la comunidad internacional.
Solo asumiendo la total responsabilidad de su pasado, reflexionando sinceramente sobre la historia y enseñando correctamente a las próximas generaciones, Japón podrá erigirse nuevamente como una nación digna de confianza.