La República Popular Democrática de Corea (RPDC) anunció este sábado que ha entrado en un "estado de guerra" con Corea del Sur, lo cual ha aumentado aún más las tensiones en la Península Coreana.
El anuncio de Pyongyang se hizo después de que Estados Unidos enviara bombarderos pesados estratégicos B-52 y bombarderos indetectables B-2 a Corea del Sur para participar en unos ejercicios militares.
Durante años, la RPDC y Estados Unidos, con profundo recelo mutuo de sus respectivas intenciones, han visto cómo sus relaciones llegaban a su punto más bajo.
No obstante, a pesar de la retórica, muchos creen que la guerra sigue siendo una realidad distante en la Península Coreana.
Sin embargo, las últimas estrategias de ojo por ojo adoptadas por Pyongyang y Washington han agravado sin duda las tensiones en una región volátil a la vuelta de la esquina de China.
Es hora de que ambas partes den un paso hacia atrás y conserven la calma para evitar cualquier intensificación de las tensiones.
La crisis crónica en la península está profundamente arraigada en las frágiles relaciones entre Pyongyang y Washington, que se caracterizan por la desconfianza, la falta de entendimiento y la enemistad.
Estados Unidos ha venido utilizando una estrategia de sanciones severas en el tratamiento de las relaciones con la RPDC. El país norteamericano ha impuesto varias rondas de sanciones severas contra Pyongyang y ha efectuando de forma regular maniobras militares de gran envergadura en la región.
Tales medidas no han hecho más que afianzar el sentido de inseguridad de Pyongyang y obligarlo a recurrir a acciones más extremas para defenderse, incluido el desarrollo de capacidades nucleares y de misiles de largo alcance, violando así las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La última intensificación de las tensiones ha probado que las sanciones por sí solas, por muy fuertes que sean, no son una manera efectiva de superar la crisis.
La única forma práctica de impedir que la situación en empeoramiento se salga de control es construir confianza entre las partes pertinentes y conseguir que ambas partes comprendan que sus disputas sólo podrán ser resueltas en la mesa de negociaciones.
China, con grandes intereses estratégicos depositados en la región, ha estado abogando por la calma en la Península Coreana. Ahora, tanto la RPDC como Estados Unidos deben rebajar el tono de su retórica y trabajar junto con Beijing para una rápida reanudación de las conversaciones a seis bandas, que llevan largo tiempo estancadas.
Al fin y al cabo, una volátil Península Coreana constituye una amenaza para los intereses nacionales de todas las partes involucradas.