BUENOS AIRES, 10 nov (Xinhua) –- La economía argentina ha encendido las luces de alarma.
Según reportes difundidos en octubre por el estatal Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), se han registrado bajas interanuales en materia de construcción de 5,2 por ciento, en cuanto al consumo de servicios públicos, de 5,1 para ratificar una tendencia decreciente, y en materia de producción industrial, de 0,8.
Asimismo, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández ha ajustado cada vez más el denominado "cepo cambiario", una intervención oficial en el mercado de divisas que se dispuso en octubre del año pasado y que, entre sus puntos salientes, incluye la prohibición de comprar moneda extranjera para atesoramiento, e impide a las empresas el giro de dividendos a sus casas matrices en el exterior.
En ese contexto, la Casa Rosada mantiene una política restrictiva en cuanto al intercambio con el exterior para tratar de ralentizar la caída del superávit comercial que, siempre según datos del Indec, fue de 16.980 millones de dólares en 2009, bajó a 11.721 millones en 2010, y descendió a 10.346 millones el año pasado.
También vinculado al exterior, nuevamente la Argentina ha quedado en el centro de la escena en materia de deuda soberana, luego de que un fondo inversor lograra un fallo favorable ante la Justicia de los Estados Unidos y la detención en un puerto de Ghana, el 2 de octubre, de la emblemática fragata de la Armada "Libertad", por un reclamo vinculado a títulos en cesación de pagos desde finales de 2001.
En el ámbito interno, se mantiene una sorda disputa en cuanto al índice inflacionario: para el gobierno los precios suben no más de 0,9 por ciento mes a mes, y prevé concluir el 2012 con una tasa de 9,2 por ciento, cifra que admite será de 10,8 el año próximo, mientras que la oposición y analistas privados afirman que los índices reales son el triple de la pauta oficial.
En ese contexto, Xinhua entrevistó a cuatro expertos locales, dos de ellos con un cierto grado de afinidad con el gobierno, y dos independientes.
A continuación, ofrecemos las respuestas de los analistas en cuanto a los desafíos que enfrenta la economía argentina:
DESAFIOS
Romina Kupelián, economista de la Universidad de Buenos Aires (UBA), considera que para Argentina "un desafío importante es el de industrializar su economía porque si bien luego de la caída de la convertibilidad el sector se reactivó, está muy lejos de donde debería estar".
"La Argentina es un país primarizado y le urge convertirse en una economía industrializada, creadora de mayor empleo y de mejor calidad, pero, para ello, es preciso resolver cómo financiar este proceso de industrialización porque el sistema financiero se dedica a dar crédito al consumo (plazos cortos y altas tasas de interés) y prefiere mantener altos niveles de reserva".
Aldo Abram, economista y director de la Fundación Libertad y Progreso, por su parte, señala como desafío "la incertidumbre que genera la anunciada reforma de la Constitución que impulsa el gobierno para poder permanecer en el poder más allá de 2015" y asegura que la eventual enmienda produce "estrés político e incertidumbre en los inversores".
Advierte sobre "las restricciones a la importaciones, presuntamente para preservar la divisa y proveer insumos al sector productivo que, finalmente, no pueden ingresar al país".
Matías Carugatti, economista, investigador jefe de la consultora Managemet & Fit, enumera que, a su juicio, los desafíos son "la inflación, las finanzas públicas, la infraestructura, el ordenamiento jurídico y la educación".
Sin embargo, advierte que "tal vez, sólo las primeras dos apunten a ordenar la macroeconomía a corto plazo, considero que se necesita actuar hoy sobre las restantes de forma tal de estimular decididamente el desarrollo a largo plazo".
Martín Burgos Zeballos, economista e investigador del Centro Cultural de la Cooperación y Cátedra Nacional de Economía "Arturo Jauretche", señala como el más relevante desafío "la desdolarización", a la que categoriza como "un problema estructural que arrastra el país desde fines de los años 80 y que amplifica todos los problemas económicos".
Luego, enumera "el crecimiento económico en un contexto internacional incierto", "la inflación y su impacto en los precios relativos servicios/industria/campo/salario"; "el problema de la vivienda, que también es estructural" y, "el sistema de transporte público en el área metropolitana Buenos Aires (AMBA)".
INFLACION
Romina Kupelián, luego de señalar que la inflación "perjudica especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad" recuerda que "con el aumento de los precios la canasta básica (alimentaria) se encarece y, por tanto, el nivel de pobreza es mayor".
Resalta, además que "hay un pequeño sector que se beneficia con las alzas" y puntualiza que "la economía argentina está altamente concentrada (oligopolios), con pocas empresas que tienen poder de formar precios" y "éstas, ante el aumento de la capacidad adquisitiva en los últimos años, los aumentan sin ninguna razón lógica más que una ampliación de sus rentabilidades".
El economista Abram coincide con Kupelián en que "la inflación alta es siempre un problema importante para la gente" y categoriza al crecimiento de los precios al consumidor con "un impuesto inflacionario que, en el largo plazo, genera un problema y un costo político".
Por su parte, Carugati puntualiza que es "urgente luchar contra la suba generalizada de precios, cuyos efectos negativos incluyen el aumento de la pobreza, una mayor regresividad en la distribución del ingreso, erosiona la competitividad, desincentivas el ahorro y no promueve la inversión".
"La inflación local se encamina a finalizar 2012 con una tasa de dos dígitos por séptimo año consecutivo, tal vez en torno del 25 por ciento anual, lo que ubica a Argentina como una de las economías con más inflación a escala global", pronostica Carugati.
En ese contexto, advierte que "el gobierno, con la intervención del INDEC, provocó que los datos de ese organismo hayan perdido toda credibilidad, con lo cual se carece de un indicador de referencia confiable y ello dificulta cualquier intento de control en materia de precios".
"Las inflación no sólo tiende a aumentar la pobreza y la indigencia, lo que de por sí es negativo, sino que torna más regresiva la distribución del ingreso, porque la población más rica posee mayores alternativas para defenderse de la suba de precios", agrega.
Carugati sostiene, finalmente, que "una alta inflación persistente, genera pérdidas de eficiencia porque las personas dedican tiempo y recursos para evitar la pérdida de su poder adquisitivo y la erosión de su riqueza".
Burgos Zeballos apunta que en Argentina "mientras existan convenios colectivos de trabajo que logren aumentos mayores al 20 por ciento anual, la inflación no tendrá impacto en la distribución del ingreso entre trabajo y capital".
Asegura que "varios estudios muestran cierta estabilidad en la distribución funcional del ingreso desde 2008" aunque advierte que "la inflación, al interior de la clase trabajadora, en algunos casos de sectores que no se encuentra dentro de ningún convenio colectivo, especialmente los administrativos y los desempleados, sí ven empeorar sus ingresos".
FUGA DE CAPITALES
Kupelian afirma que la fuga de capitales "comienza a ser un problema serio a partir de la desregulación del sistema financiero, a fines de los 70 hasta la caída de la convertibilidad porque la Argentina tenía una economía que se endeudaba para fugar".
"Cuando se desencadena la crisis financiera en Estados Unidos (2008) se retoma la salida de capitales, básicamente, por lo que se denomina como vuelo a la calidad, lo que quiere decir que los capitales se trasladan a inversiones seguras que, paradójicamente en ese momento, fueron los bonos del Tesoro" estadounidense, puntualiza.
Advierte, sin embargo, que "ante cualquier medida gubernamental de carácter progresivo que apunte a alterar el "statu quo" y afecte a esos sectores podría ser correspondida por los afectados con una súbita salida de capitales buscando postergar o anular las mismas".
Luego de analizar cuestiones coyunturales externas Kupelián sostiene que el orden interno "existe una fuerte presión a la devaluación para que tanto los que se hicieron de dólares, como el sector agro-exportador, se vean beneficiados" y asegura que "esta nueva etapa de fuga de capitales está financiada, en su mayoría, por el sector agroexportador".
Por el contrario, Abram afirma que la fuga de capitales se genera "por la incertidumbre que genera el gobierno con la aplicación de políticas como la del cepo cambiario en el mercado de divisas y que, en la misma línea, impide a los inversores transferir dividendos al exterior".
Carugati sostiene que "tradicionalmente, la fuga de capitales en Argentina fue producto de la inestabilidad macroeconómica" que "en los últimos años" es evidente por "las inconsistencias" que dieron como resultado "una inflación elevada y persistente".
Se suman "la pérdida de los superávit fiscal y externo, la sobreexpansión de los agregados monetarios, la erosión de la competitividad cambiaria con la aplicación de un esquema con tipo de cambio semi fijo y, el freno a la acumulación de reservas".
El economista afirma que "la fuga de capitales en Argentina se cortó con la imposición del 'cepo cambiario' y la virtual prohibición de remitir utilidades al exterior".
Burgos Zeballos, por su parte, minimiza el problema porque entiende que se trata de "un fenómeno más global" y "no tanto de Argentina" donde "los picos (de la fuga de capitales) fueron en 2008 y 2011".
En ese contexto, es crítico con "la costumbre (local) de atesorar en dólares, tanto los particulares como los grandes empresarios que especulan con una devaluación".
"Estos comportamientos no tienen asidero en una realidad objetiva que es que el gobierno no tiene intención de devaluar y que el nivel de reservas le permite mantener esa política".