La mañana del miércoles los pobladores de la localidad de San Marcos en el altiplano guatemalteco, a 253 kilómetros de la capital, se levantaron sin pensar que vivirían una tragedia.
El día comenzó de manera normal con el despertar en familia, las reuniones para tomar la primera comida del día y las salidas apresuradas por las frías calles para llegar a la escuela o al trabajo.
Era un día como cualquier otro, pero a las 10:30 horas (16:30 GMT), el estruendo de la tierra que se movía los alertó (un terremoto de 7,2 grados en la escala de Richter). Sin embargo, como Guatemala un país de gran actividad sísmica donde varias veces al año se producen temblores, el hecho no levantó mucha preocupación al inicio.
Empero, el agitar de los muebles y el crujir de las paredes por un tiempo mayor al usual, desencadenó la alarma que hizo a los vecinos de la tranquila comunidad correr a las calles, donde las casas derrumbándose, las personas atrapadas entre los escombros, los vehículos chocando entre gritos y lamentos, marcaron el comienzo de una pesadilla que aún continúa, contabilizando hasta esta noche 48 muertos.
"Creí que era el fin del mundo", destacó el dentista Sergio Rodas, quien calificó los minutos vividos como algo sin precedentes.
"Eran las diez y media de la mañana, habíamos desayunado mi esposa y mi hija Sara, luego empezó el movimiento, pero como la casa tiene madera entre la construcción, es segura y no nos movimos del lugar", agregó.
"Después -prosiguió- vimos que no se detenía y escuchamos un ruido que jamás había oído en toda mi vida. Algo indescriptible, un estruendo muy fuerte".
"Escuchábamos que todo en la casa caía, los vidrios, las tasas, pero lo más terrible fue salir a la calle, donde veíamos como los postes de luz se movían de lado a lado y las paredes estaban tiradas en la calle, había mucho polvo y las casas de adobe colapsadas. La gente gritaba y lloraba, todos estaban pálidos y confundidos corrían para todos lados, luego unos carros chocaron a una cuadra de mi casa", comentó evidentemente conmocionado y con la voz entrecortada.
"Después pasaba la policía y la cruz roja, los automóviles hacían sonar las bocinas, como si fuera el fin del mundo, además no había luz, ni agua, no lo podíamos creer, queríamos llorar, vimos un vendedor que le cayó una pared encima. Iba con su esposa y su hijita, las dos murieron por el golpe y a él le amputaron una pierna", balbuceó Rodas sin poder contener las lágrimas.
"Un pueblo desolado", sentenció Lucrecia Quezada, quien estaba en cama recuperándose de una enfermedad cuando el terremoto agravó su situación.
"Estaba acostada porque estoy enferma y tengo fiebre. Estábamos mi hija Dulce y yo. Ella había salido de tomar un baño y cuando empezó a temblar decidimos esperar a que pasara, como en otras ocasiones", explicó.
"Luego escuchamos que todo se caía y había ruidos muy fuertes; mi hija corrió pero al pasar por la cama para ayudarme le cayó encima un mueble que tenía sobre un televisor, que le golpeó la cabeza y dejó tirada. Me tuve que levantar porque no se movía, mientras mi esposo trataba de subir los escalones, pero no podía porque se movían demasiado", añadió.
"Dulce se reincorporó y no sabíamos que pasaba, cuando salimos finalmente a la calle, había mucha gente, las paredes de las casas caían encima de los automóviles y las personas gritaban y muchas quedaban atrapadas", continuó.
"Una señora con un bebé salió corriendo de su casa, pero frente a la puerta había un vehículo. Dudó por un segundo hacia dónde correr y la pared les cayó encima. Murieron en el acto", relató Quezada sumida en llanto.
"Son cosas horribles muy difíciles, en que muchas personas resultaron lastimadas. El hotel Pérez que tenía muchos años se cayó, incluso construcciones recientes no soportaron, los depósitos para almacenar agua estallaron y ahora incomunicados, sin luz, sin agua, es un pueblo desolado", expresó.
"Perdí a mi familia", dijo Patrocinio de León, quien trabajaba todos los días en la extracción de arena en un cerro cercano a San Marcos, luego vendía el material y de esa forma él y su familia se ganaban el sustento.
Sin embargo, en el momento del terremoto, el cerro colapsó a sus pies y cuatro de sus familiares murieron, dejando a sus hijos en la orfandad y a sus esposas viudas.
"Mi tío se llamaba Cruz, se dedicaba a sacar arena desde hace cuarenta años; esta mañana salió con la esperanza de volver a casa como todos los días, pero nunca nos imaginamos que algo tan terrible iba a suceder. Yo me salvé por obra de Dios", contó con lágrimas en sus ojos, mientras los bomberos buscaban los cuerpos de sus familiares atrapados bajo toneladas de arena.
Patrocinio se salvó porque en el momento del terremoto sostenía un lazo o cable del cual quedó colgado.
"Sólo vi los grandes toneles de tierra que pasaron sobre mí, pero en cuestión de segundos había un volcán de tierra sobre mis familiares, estoy aterrorizado por lo que vi y ahora lo estoy contando. Nunca imaginé esta tragedia, porque hoy lo vi con mis ojos como una película de miedo", explicó luego de afirmar que su tío tenía 72 años y sus sobrinos 31, 28 y el más pequeño 19.
En la capital guatemalteca, se vivían escenas de temor y evacuaciones por el sismo más fuerte de los últimos 35 años.
Para Esther Flores, de 72 años de edad, vecina de la ciudad San Cristóbal, al sur de esta capital, mientras la tierra se remecía recordó los frenéticos momentos que vivió durante el terremoto de 1976.
"Estaba en el mercado comprando cuando sentí que el suelo se movía y la gente empezó a correr y otros salieron de sus casas. Me impresioné tanto que me puse a llorar porque me recordó el terremoto del 76 y fue como volverlo a vivir", dijo.
Otra vecina de la zona norte de la ciudad relató momentos de angustia y la impotencia de no poder comunicarse por teléfono con sus hijos para saber si estaban bien, lo cual logró una hora después.
"Mientras temblaba pensaba en mis hijos que estaban trabajando y los llamé pero no entraba la llamada. Fueron momentos de angustia hasta que una hora después comencé a saber que estaban bien", destacó.
Cientos de edificios fueron evacuados en medio del pánico de los oficinistas. "El temblor se sintió fuerte en este edificio y luego nos indicaron que debíamos evacuarlo. Mucha gente sufrió una crisis de nervios y a otros les subió la presión (del corazón) y tuvieron que irse inmediatamente", comentó Andrea González, una empleada del Ministerio de Finanzas, en las afueras del edificio evacuado.
Los cuerpos de socorro atendieron en las calles de la ciudad a decenas de personas con crisis nerviosas. "Nunca había sentido algo así en mi vida. Fue espantoso ver como se movían las cosas en la oficina", agregó otra trabajadora del Ministerio de Economía.
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