BEIJING, 15 abr (Xinhua) -- Con pasos calculados cuidadosamente, Japón ha revelado su tosudez para ser el generador de problemas en la región.
Al alentar disputas territoriales con sus vecinos, los funcionarios que visitan un templo sagrado que honra a criminales de guerra, tratando de revisar su constitución pacifista, con todas estas acciones, el gobierno japonés se mantiene retador del orden pacífico de Asia desde 2012, haciendo oídos sordos a los llamados de sus vecinos a la justicia.
Los políticos japoneses fueron retacados de fatuo orgullo luego de las promesas recientes del ministro de Defensa estadunidense y de prominentes funcionarios de mantener los tratados de alianza militar con Japón.
Esos comentarios sonaron especialmente promisorios para Japón, antes de que el presidente estadounidense, Barack Obama, visite el país a finales de este mes.
¿Por qué el primer ministro japonés, Shinzo Abe, está ocupado haciendo sonar los tambores de guerra cada vez más y más fuerte, en agudo contraste con los deseos regionales de mantener la paz y la estabilidad?
La razón es simple: ese tipo de problemas aporta más votos.
Enfrentado con una economía estancada y crecientes conflictos sociales e insatisfacción ciudadana, el gobierno japonés está cortejando a los derechistas en busca de apoyo.
Respaldado por su aliado, Abe quiere ir más allá mediante el estrechamiento de la definición de la auto-defensa para hacerse de fuerzas armadas "normales" con "derechos normales" a fin de alentar la guerra.
Para Abe, el ondear el nacionalismo es una vía mucho más sencilla que ganar votos y lograr la reelección aún cuando ésto rete a la opinión internacional.
Otra táctica de Tokio para romper el orden imperante es contener el desarrollo de China y perseguir la hegemonía regional.
Abe justifica el fortalecimiento de sus músculos militares con base en el señalamiento de las crecientes fortalezas militares de China y las dudas sobre las intenciones chinas.
La treta de culpar a otros es parecida a una que Japón utilizó en 1937 cuando los agresores japoneses reclamaron que uno de sus soldados estaba perdido en el Condado Wanping en Beijing y atacaron a tropas chinas, lo que marcó el inicio de una invasión a gran escala en territorio chino.
Sin embargo, el mundo del siglo 21 es diferente del que imperó hace siete décadas. La pesca en aguas que enfrentan problemas no es un juego en el que Japón pueda obtener un triunfo redituable en el largo plazo.
China es la segunda economía del mundo y la tendencia a la paz, el desarrollo y la cooperación está prevaleciendo en Asia. El hecho no puede ser negado aún si Japón está dispuesto a aceptarlo o no.
La región no puede permitir el surgimieto de una guerra criminal en la que incluso reconociendo, quede solo arrepentirse, de sus fechorías en tiempos de guerra.
Aún para Estados Unidos, el aliado más cercano de Japón, el giro japonés a la derecha debería ser una preocupación debido a que amenazas similares al del ataque de Pearl Harbor no son imposibles en el largo plazo.
Sin un arrepentimiento debido por su pasado y una conciencia correcta de sus responsabilidades a futuro, Japón se encontrará así mismo al final como un aislado generador de problemas en la comunidad internacional.