por Zhu Dongyang
BEIJING, 23 ene (Xinhua) -- La opinión distorsionada del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, sobre las atrocidades cometidas por su país en tiempos de guerra está deshaciendo todos sus esfuerzos por buscar un mayor papel para Japón en los asuntos globales.
En menos de dos meses, Abe, nieto del criminal de guerra japonés Kishi Nobusuke, enfureció a muchos de los países vecinos de Japón, dejando a Washington, aliado de Tokio, en una posición incómoda.
El gobierno de Abe ha estado tratando de engañar a sus generaciones jóvenes diciendo mentiras en los libros de texto de historia, e intentando revisar la constitución pacífica en un intento por aumentar sus arsenales.
El premier derechista no se queda ahí. Su visita a finales del año pasado al polémico santuario de Yasukuni, en el que se honra a criminales de guerra de clase A de la Segunda Guerra Mundial, es considerada por todas las naciones que aman la paz como un saludo despreciable al Fascismo.
Mientras Japón busca aumentar su perfil internacional en las disputas con sus vecinos asiáticos, las acciones de Abe han aumentado ampliamente las tensiones regionales.
En realidad, Japón es la mayor víctima del terriblemente imprudente trato de sus relaciones con los países vecinos.
Está sufriendo una reducción de la inversión y el comercio con otros países asiáticos.
Recientemente, varias delegaciones japonesas de promoción de la inversión tuvieron que suspender sus visitas a China, causando un fuerte golpe al país insular que desesperadamente necesita mercados y liquidez para revivir su economía sumida en un estancamiento de dos décadas.
El turismo también se ha visto perjudicado severamente. Según datos de la agencia oficial de estadísticas de Japón, el número de turistas de la parte continental de China al país bajó un 11 por ciento hasta 1,2 millones durante los primeros 11 meses de 2013 en comparación con el año anterior.
Mientras que una mala relación con los países vecinos nunca podrá hacer de Japón un jugador confiable y constructivo en los asuntos regionales y globales, el arrepentimiento sincero sobre su pasado de guerra sí puede.
En vez de generar más incertidumbre en la ya volátil región, el gobierno japonés necesita comportarse de una manera responsable para hacer que su país sea aceptado y consiga la confianza de la comunidad internacional.