Por Chen Ping
Pekín,12/11/2012(El Pueblo en Línea)- Durante la última década, China se convirtió en un motor del crecimiento económico mundial, especialmente después de la crisis financiera global. El protagonismo de China en el cambio de la dinámica económica mundial ha sido un giro excepcional que no se había visto desde la Revolución Industrial, dice Chen Ping, investigador avanzado del Centro de Nueva Economía Política de la Universidad de Fudan y profesor de la Escuela Nacional de Desarrollo en la Universidad de Pekín. A continuación presentamos algunos extractos de su punto de vista:
La década desde la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el 2001 ha sido testigo del desarrollo y crecimiento del modelo chino. Muchos países en desarrollo miran a China como modelo de crecimiento en el contexto de una competencia mundial feroz.
El mundo occidental subestimó la capacidad de China como actor global cuando obtuvo su membresía a la OMC. Pocos economistas, tanto occidentales como chinos, pensaron que China tendría un futuro prometedor como miembro de la OMC. China podía sufrir de un colapso en sus industrias agrícola, financiera y automotriz, decían. Sin la protección arancelaría, sostenían que las empresas chinas no podrían desafiar a las multinacionales europeas y estadounidenses como lo habían hecho anteriormente compañías japonesas y surcoreanas.
China no sólo ha aprovechado las “reglas del juego”, sino también ha tomado la delantera en el escenario internacional. El PIB de China se ha cuadriplicado hasta convertirse en la segunda mayor economía del mundo, sus exportaciones se han quintuplicado y también es el segundo mayor receptor mundial de inversión extranjera directa.
Desde la crisis financiera mundial del 2008, los cuatro mayores bancos comerciales estatales de China han superado a sus homólogos estadounidenses. China encabeza la producción automotriz mundial, luego de superar a EEUU y Japón. Su agricultura ha sido sometida a un proceso de mecanización sin precedentes, que liberó gran parte de su mano de obra rural para impulsar la actual urbanización. Empresas como Lenovo, Huawei y Haier han ingresado en los mercados extranjeros mediante el desarrollo de una serie de marcas de calidad.
Desde su incorporación en la OMC, China aprendió mucho de los enfoques de gestión occidentales, así como las llamadas “reglas del juego” de Occidente. Por ejemplo, China ha respondido activamente a las acusaciones de dumping en una serie de industrias.
A medida que los logros chinos han sido el foco de atención mundial en los últimos diez años, también se han registrado fricciones. El comercio no es sólo un proceso de intercambio de bienes –que puede provocar la competencia de la productividad y de la escala. Los perdedores deben enfrentar la quiebra, el desempleo y una pesada carga financiera. Frente a la derrota, son los primeros en quejarse sobre la desigualdad antes de someterse a la reforma.
El crecimiento chino no sólo debe aprender de las limitaciones del desarrollo occidental –como el consumo excesivo y los daños ambientales-, sino también debe crear nuevos patrones en el comercio, uno que contempla la cooperación Sur-Sur en un esfuerzo por limitar el control que los oligarcas occidentales tienen sobre los recursos naturales y mercados de productos básicos. Sólo entonces se podrán evitar las “guerras comercias” o “guerras de recursos”, a favor de un desarrollo económico sostenible.
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