El inspector general del Escuadrón de Desactivación de Bombas, Shafqat Malik, dijo que las explosiones fueron consecutivas y que los dos atacantes suicidas portaban un estimado de 7 kilogramos de explosivos cada uno en sus chalecos.
El padre Ijaz, a cargo de la iglesia, dijo que las explosiones ocurrieron cuando algunas personas volvían a sus hogares luego de la misa y que algunos se encontraban almorzando afuera del recinto de oración.
"Estabamos saliendo de la iglesia tras dar las gracias a Dios cuando nos atacaron con bombas. Mataron a nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros hombres sin compasión", dijo el padre de una pequeña fallecida.
Manifestantes de la ciudad oriental de Lahore, de Islamabad y de la ciudad sudoeste de Quetta llevaron a cabo manifestaciones pacíficas para protestar contra el brutal asesinato.
El obispo Sadiq Daniel, representante de la comunidad cristiana de Pakistán, condenó el ataque y dijo que ninguna religión permite atacar los sitios sagrados.
Después de las explosiones, se reforzó la seguridad de todas las iglesias del país, informaron medios locales.