Merlise Muñoz, de 33 años y ciudadana de Texas, quedó en una situación de muerte cerebral el pasado 29 de noviembre tras sufrir una embolia pulmonar. Cuando sus familiares se disponían a autorizar la desconexión de la mujer, atendiendo a sus propios deseos de que nunca se le prolongara artificialmente la existencia, los médicos del hospital de Fort Worth en el que se encuentra informaron que Merlise estaba embarazada de catorce semanas y que en esas circunstancias el hospital debía velar por la vida del feto.
El marido, Erick Muñoz, de 26 años, con el que Merlise ya tuvo un bebé hace quince meses, y los padres de ella critican la decisión médica, aunque no han recurrido a los tribunales.
La discusión técnica se centra en la interpretación de la ley de Texas. En más de treinta estados de EE.UU. existen normativas que restringen la decisión familiar de interrumpir la prolongación artificial de la vida de una mujer si esta se encuentra embarazada. En el caso de Texas, la ley parece clara en situaciones de coma o estado vegetativo, pero quienes defienden el deseo de los Muñoz de no proseguir con el embarazo advierten que la ley no afecta cuando se produce una muerte cerebral. La ley habla de no retirar el «tratamiento de sustento de vida» si la paciente está embarazada.