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ESPECIAL: Jinetes mantienen viva cultura gaucha

Actualizado a las 31/03/2018 - 13:43
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MONTEVIDEO, 30 mar (Xinhua) -- Sostenerse sobre un potro embravecido durante 12 segundos para ganar sólo un ingreso extra a la semana es una actividad impensable para los citadinos, pero usual para muchos representantes de la cultura gaucha en Argentina, Uruguay y el sur de Brasil.

Huesos rotos y revolcones, compensados por aplausos y premios, son parte de esa disciplina que llevan a cabo estos bravos jinetes.

Cada fin de semana, los jinetes hacen un alto en las tareas rurales y viajan cientos o miles de kilómetros con apenas las pertenencias básicas para participar en festivales y jineteadas en la región.

Para el experimentado jinete argentino, Juan Domingo Cañete, de 43 años, llegar al Prado, en la capital uruguaya, era una meta pendiente, y ahora celebra que está "peleando el campeonato", que concluirá el domingo.

Viene desde Colonia Barón, en la provincia argentina de La Pampa, luego de recorrer 1.500 kilómetros.

Cuando no jinetea, doma caballos para el polo y se dedica a vender carne.

"Salgo todos los fines de semana con las jineteadas, me recorro el país, ando por Brasil, por el Uruguay, me recorro todo", dijo con optimismo en diálogo con Xinhua.

Comenzó a montar con 11 años de edad y después de más de tres décadas de oficio tiene 12 fracturas de hueso en su historial.

No obstante, no tiene "miedo a nada", porque "sé que el destino de cada persona lo tenemos marcado".

"He tenido suerte de sanarme bien", aseguró.

No sabe hasta cuándo lidiará con el corcoveo (salto) de los potros, porque "ya soy de los veteranos", comentó el jinete de 43 años.

"Cada jinete sabe hasta dónde le va a dar el físico. Hoy me encuentro con un estado bárbaro, pero cuando vea que bajo tres puntos de lo que yo hago no montaré más", afirmó.

El potro sale a corcovear y se escucha la campana que marca el final: ahí aparece el apadrinador, el "ángel guardián" del jinete, que lo toma y lo saca en su caballo para alejarlo del peligro de la caída.

Héctor Domingo Fernández se desempeña desde hace 20 años como el apadrinador del ruedo del Prado, y continúa feliz con su tarea más allá que protagonizó un grave accidente en este lugar en 2016, cuando lo pisó su caballo.

"Nunca tuve miedo, fue un accidente, una fatalidad", explicó Fernández a la televisión local sobre el accidente que lo tuvo tres días en cuidados intensivos y en coma inducido.

Afortunadamente mejoró, y "al año siguiente cuando me llamó el capataz para volver al Prado yo le dije que sí, que venía", comentó.

El accidente que ocurrió en un Viernes Santo y que se sumó a otros incidentes, convenció a los jinetes de que esa jornada no era de buen augurio para la actividad.

Por eso, las autoridades de la intendencia aceptaron la solicitud de los montadores y decidieron que los Viernes Santo, como hoy, el ruedo esté vacío y sin actividad.

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