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Diplomacia de aguas termales no deshelará pleito ruso-japonés sobre islas

Actualizado a las 16/12/2016 - 09:25
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BEIJING, 15 dic (Xinhua) -- Cuando este jueves el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pise suelo japonés para celebrar una cumbre con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, se convertirá en el primer jefe de Estado ruso que visite el país asiático en los últimos 11 años.

Los dos líderes se reunirán primero en un tradicional hotel japonés que cuenta con manantiales de aguas termales, ubicado en la antigua localidad natal de Abe, para posteriormente, el viernes, mantener otra ronda de conversaciones centradas en la cooperación económica en Tokio.

Sin embargo, esta "diplomacia de aguas termales", en la que Abe ha puesto grandes esperanzas para mejorar las relaciones con Moscú, es improbable que dé demasiados resultados.

Por el contrario, podría acabar suponiendo otra burbuja explotada en las maniobras diplomáticas de Abe, y dejando una disputa territorial irresuelta entre ambos países que siga siendo un gran escollo en sus lazos.

Las perspectivas de la gira de Putin podrían verse muy socavadas por un conflicto territorial que se remonta a hace 70 años por cuatro pequeñas islas en el Pacífico, llamadas Territorios del Norte en Japón y Kuriles del Sur en Rusia. La disputa ha evitado que las dos naciones hayan firmado formalmente un tratado de paz desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Ansioso por mejorar su legado diplomático saliendo de este compás de espera con Rusia, Abe ha intentado impulsar la cooperación económica entre los dos países a cambio de negociar el compromiso de Moscú con el asunto territorial. Así, varió la anterior posición de Japón, que rechazaba la cooperación económica con Rusia hasta que se hiciesen progresos en la cuestión territorial.

Sin embargo, Putin dejó claro que Rusia no se moverá en el asunto de las islas.

En unas declaraciones recientes, el mandatario ruso señaló que los esfuerzos por alcanzar un tratado de paz no han ido por "una senda fácil", lo que indica que una solución todavía está lejos.

Según la última encuesta realizada por el centro de investigación ruso Levada, la aplastante mayoría de los rusos creen que es más importante retener la soberanía sobre las Kuriles que firmar un tratado de paz con Japón, incluso aunque un acuerdo significase el acceso a nuevas tecnologías y una financiación barata.

El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, también dijo antes de la visita de Putin que no se deberían albergar grandes expectativas sobre un tratado de paz, debido a las destacadas diferencias entre ambas partes, una postura que seguro caerá como un jarro de agua fría sobre el interés japonés de conseguir avances en lo referente al asunto de las islas durante la visita.

Mientras tanto, otro tema que obstruye las relaciones bilaterales son las sanciones impuestas por Japón y sus aliados occidentales contra Rusia tras la toma rusa de Crimea.

"Japón se ha unido a las sanciones contra la Federación Rusa. ¿Cómo vamos a avanzar las relaciones hasta niveles más altos bajo un régimen de sanciones?", dijo Putin.

Además, Japón está considerando el despliegue del sistema antimisiles THAAD de EEUU en su territorio, y ya se ha establecido un comité para examinar los pros y contras del sistema interceptor.

Esta acción provocará seguro una fuerte oposición por parte del Kremlin, ya que el despliegue del THAAD permitiría a Japón monitorizar los movimientos militares de Rusia en algunas zonas del Lejano Oriente ruso, e interceptar los misiles rusos Bastion y Bal, situados en las islas disputadas.

El acercamiento de Abe a Rusia, que apenas conllevará algún progreso sustancial en la disputa territorial, arriesga irritar al principal aliado de Japón, EEUU. Washington se encuentra enfrentado con Moscú por Siria y la anexión de Crimea, aunque los diplomáticos japoneses han intentado calmar las preocupaciones estadounidenses.

Washington ha expresado su descontento por la cumbre bilateral entre Abe y Putin en varias ocasiones durante el mes de noviembre, manifestando su preocupación porque la reunión pueda enviar el mensaje erróneo de que el bloque del G7 de naciones industrializadas no se encuentra completamente unido en su presión a Moscú.

Como primer líder del G7 en dar la bienvenida a Putin en visita oficial desde la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, Abe tendrá que continuar haciendo equilibrios sobre la cuerda floja entre Moscú y Washington o arriesgarse a contrariar a ambos.

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