BRASILIA, 26 oct (Xinhua) -- La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), obtuvo este domingo su segundo mandato de cuatro años, extendiendo cuatro términos el proyecto petista iniciado por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).
Rousseff, de 66 años, obtuvo un segundo mandato para el período 2015-2018 en la elección más disputada desde la redemocratización en 1985, tras una tensa campaña en la cual la presidenta estuvo empatada la mayor parte del tiempo con socialdemócrata Aécio Neves.
En su primer discurso tras la victoria, la mandataria aseguró que está "mucho más fuerte, más serena y más madura para esa tarea que me delegaron" y convocó al diálogo y la unión de todos los brasileños para concretar las transformaciones que Brasil necesita.
El primer desafío que enfrentará la presidenta releecta será cerrar las heridas dejadas por una campaña dominada por las acusaciones de corrupción y los ataques personales, que mostraron una aguda división en el país.
El PT reivindica que desde 2003, las acciones gubernamentales contribuyeron para retirar a 36 millones de personas de la miseria, elevar otros 42 millones a la clase media, generar millones de empleos y duplicar el número de jóvenes en la educación superior.
A partir de su llegada al poder federal en 2003, el partido gobernante se fue convirtiendo cada vez más en una fuerza con mayor presencia nacional, ganando base social en las regiones más pobres de Brasil, como el noreste y el norte.
En esos lugares, donde los programas sociales tienen un fuerte impacto en el nivel de vida de la población, fue donde Rousseff obtuvo la votación más alta, al igual que en la periferia de las grandes ciudades.
Respetada por su honestidad y su capacidad de trabajo, la mandataria tendrá como un gran desafío revertir el débil crecimiento económico de su primer mandato y sobre todo del corriente año, que debe ser inferior al uno por ciento.
Según la presidenta, en su primer mandato fueron sentadas las bases para un nuevo ciclo de crecimiento, con la creación de más de 5 millones de empleos formales, la valorización permanente del salario mínimo y el impulso al sector de infraestructura.
A pesar de haber tenido que enfrentar una ola de protestas sociales a mediados de 2013 y la falta de apoyo a sus propuestas por sectores aliados en el Congreso, logró consolidar su liderazgo y tiene en su haber importantes triunfos, como un gran impulso a la educación de alto nivel y el éxito organizativo de la Copa del Mundo 2014.
Dando continuidad a las políticas del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, su padrino político, Rousseff amplió los programas sociales con el aumento de los beneficios del Bolsa Familia, que otorga una renta mínima a más de 13 millones de familias en todo el país, y la creación del Brasil Sin Miseria, con el objetivo de erradicar totalmente la pobreza extrema en el país.
Otros programas que se destacaron en su primer mandato están el Ciencia sin Fronteras, con la meta de enviar al exterior a 100.000 estudiantes brasileños a hacer cursos de posgrado y el Más Médicos, que colocó 14.000 profesionales de salud en los lugares más pobres del país.
Para estimular el crecimiento económico, la gestión de Rousseff lanzó una sucesión de iniciativas con estímulos fiscales, subsidios y facilitación del crédito para las empresas.
A partir de 2013 fueron iniciados varios programas de concesiones en el sector de infraestructura, con el fin de atraer inversiones privadas en aeropuertos, puertos, rutas, ferrocarriles, energía y petróleo.
Aunque aún el impacto directo en la actividad económica es poco perceptible, los analistas coinciden que debe haber una maduración de ese proceso que podrá tener efectos en el crecimiento y la productividad de la economía a partir del año próximo.
Nacida en el estado de Minas Gerais en el seno de una familia de clase media formada por un inmigrante búlgaro y una brasileña, Rousseff tiene una trayectoria marcada por su militancia contra la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985, y por su actuación en el servicio público a partir de la redemocratización.
En su juventud participó en las organizaciones armadas de la resistencia al régimen de facto conocidas como Colina (Comando de Liberación Nacional) e VAR-Palmares (Vanguardia Armada Revolucionaria), fue presa, torturada y pasó tres años en prisión a comienzos de los años 70.
Tras haber estudiado Economía, ocupó a fines de la década de 1980 la Secretaría de Minas y Energía del gobierno de Río Grande do Sul, lo que le dio proyección nacional en esa área y la mostró como una gestora eficiente.
Afiliada al PT desde 2001, fue ministra de Energía durante el primer mandato de Lula da Silva a partir de enero de 2003, implementando una amplia reforma en el sector, y pasó a ocupar la jefatura de gabinete del gobierno desde junio de 2005.
En ese cargo, tuvo bajo su mando las principales acciones del Ejecutivo en el segundo mandato del ex sindicalista, destacándose la coordinación del PAC, el ambicioso plan de inversiones en infraestructura de saneamiento, viviendas, transporte, energía y recursos hídricos.