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Profesora de EEUU discute libro sobre comercio sexual clandestino en China

Actualizado a las 01/03/2013 - 16:14
Los gánsteres entraron en el bar, la agarraron por el brazo y empezaron a arrastrarla por las escaleras hacia una sala privada donde llevaban a las camareras para violarlas. Rápidamente se dio cuenta de que estaba en verdadero peligro. Fueron necesarios los esfuerzos combinados de los dueños del bar, los porteros y las camareras para salvarla.
Palabras clave:sexual
Profesora de EEUU discute libro sobre comercio sexual clandestino en China


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Los gánsteres entraron en el bar, la agarraron por el brazo y empezaron a arrastrarla por las escaleras hacia una sala privada donde llevaban a las camareras para violarlas. Rápidamente se dio cuenta de que estaba en verdadero peligro. Fueron necesarios los esfuerzos combinados de los dueños del bar, los porteros y las camareras para salvarla.

El incidente muestra la naturaleza peligrosa del proyecto que Tiantian Zheng, en ese entonces estudiante de doctorado en antropología de la Universidad de Yale, había iniciado en el año 2000: dos años de trabajo de campo en un bar de karaoke en el barrio rojo de una ciudad en China.

Su libro Luces Rojas: la vida de las trabajadoras sexuales en China postsocialista, publicado en el 2009, describe el mundo de las camareras de karaoke en China, donde la prostitución está entrelazada con la migración del campo a la ciudad. Zheng se negó a revelar el nombre de la ciudad por temor a que traer problemas a las trabajadoras sexuales que ella menciona en su libro.

Zheng, ahora profesora de antropología en la Universidad del Estado de Nueva York, Cortland, estudia problemáticas de género, sexo, clase, migración y transformación social y cultural en China. Como estudiante de posgrado, reexaminó sus ideas sobre los derechos de la mujer, lo que la obligó a mirar más profundamente el tema. En una entrevista por correo electrónico a Global Times dijo que trabajar y vivir con las camareras le hizo cambiar su opinión sobre estas mujeres.

“Estas experiencias para mí son un despertar brutal de las maneras en que las mujeres se las arreglan con sus cuerpos para redistribuir la riqueza y el poder, en su mayoría controlados por los hombres”, dijo. “Revelan la complicidad paradójico y la resistencia de las mujeres al reproducir y contrarrestar la jerarquía de poder entre hombres y mujeres”, agregó.

Zheng cree que las trabajadoras del sexo no son diferentes de las personas empleadas en sectores de servicios. “Ocupan un espacio entre víctimas completas y mujeres liberadas... Los clientes y las trabajadoras sexuales pueden fortalecerse y explotarse mutuamente”.

La camarera de Yale

Con la ayuda de las autoridades locales, Zheng encontró un bar cuyos propietarios se comprometieron a garantizar su seguridad mientras realizaba su investigación haciéndose pasar como camarera de karaoke.

En un principio, la presencia de la entonces joven de 28 años de edad fue recibida con frialdad. Las camareras en el bar no creían que una estudiante de doctorado de Yale quisiera escribir un libro sobre ellas. La llamaban “gafas” y “universitaria” para alejarla de su círculo y se reían de su incapacidad para comprender su charla de sexo y chistes.

“¿Por qué nos estudias a nosotras, que somos poca gente? ¿Por qué no estudiar a las mujeres profesionales de la ciudad?”, le preguntaban. Zheng pensaba que estas frases dilucidaban la imagen que las camareras tenían de sí mismas: se veían como “pequeñas papas fritas”, en contraposición con las mujeres profesionales de las ciudades.

A fin de profundizar su comprensión sobre la vida de ellas, Zheng trató de ponerse en sus zapatos. Vivió muy de cerca con las camareras en una habitación sin baño. Se levantaban juntas alrededor del mediodía, pedían comida a domicilio, iban de compras, trabajaban desde las 18:00 hasta la medianoche, y se iban a la cama alrededor de las 3:00 de la madrugada.

Zheng llevaba mucho maquillaje y se vestía con ropa llamativa. Su madre, que vivía en la misma ciudad, pero que no sabía nada acerca de su proyecto de investigación, se quejaba de que se vestía como una prostituta.

Una noche, Zheng bebió tanto que se puso mal y no podía parar de vomitar. Las otras camareras la cuidaron y lloraron con ella. Esa noche, dijo, se conectaron a un nivel más personal y sintió que finalmente había sido aceptada por ellas.

“Entre la dulzura y la amargura, compartimos un sinnúmero de esos momentos que nos unían con el paso del tiempo”, escribió en su libro.

Como “camarera”, Zheng trataba de hacerse “invisible” a los clientes. Se vestía para llamar menos la atención -con faldas más largas y de colores solemnes- y llevaba gafas. En palabras de una las camareras, se veía como una “verdadera nerd”.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, algunos clientes todavía la elegían. Siguiendo los consejos de otras camareras sobre “cómo frustrar insinuaciones sexuales de los clientes”, se las arregló para salvarse de problemas por la mayor parte del tiempo.

Durante esos dos años, Zheng fue testigo del dolor que las camareras tenían que pasar, y que a menudo lloraban de sus lesiones. Sus piernas, brazos y pechos tenían moretones de los pellizcos duros de los clientes, de los dueños del bar y de los guardias de seguridad. En la ciudad, cuerpos de camareras asesinadas eran encontrados en la calle. A veces la policía no podía identificarlas.

Una vez Zheng le preguntó a la madre de su amiga camarera más cercana si estaba preocupada por la seguridad de su hija. Ella le dijo que una vez, no supo nada de su hija durante tres meses y pensó que estaba muerta. En un momento dado, Yale, preocupada por su seguridad, la trajo de vuelta del campo de investigación.

Su libro ha atraído mucho el interés académico en los EEUU, y las agencias públicas de salud de China le han solicitado información.

En el 2004, Zheng regresó a la ciudad y las camareras le dijeron que estaban obligadas a estar desnudas cantando y bailando con los clientes, una nueva táctica para impulsar el negocio.

“Nos muestra el desafío más serio de las camareras, cuyo trabajo no es sólo explotar sus cuerpos por la riqueza, sino también aferrarse a una pizca de dignidad”, escribió.

Nuevo debate sobre la profesión más antigua

La activista Ye Haiyan, también conocida como Gaviota Hooligan, llamó la atención sobre la difícil situación de las trabajadoras del sexo en el 2012, al escribir en su blog sobre su experiencia de dar sexo gratis a los trabajadores migrantes en un burdel de la región autónoma Zhuang de Guangxi durante dos días.

La Organización Mundial de la Salud ha estimado que China cuenta con cerca de 4 millones de trabajadores sexuales. Como la prostitución es ilegal en China, Ye está pidiendo su legalización para mantener a las trabajadoras del sexo en seguridad y proteger la salud pública.

“Las camareras caen en una zona gris -la ley no las identifica claramente como legales o ilegales”, escribió.

Zheng también está de acuerdo en que la despenalización de la prostitución es necesaria para proteger mejor a estas mujeres.

“A nivel mundial, los movimientos de derechos de trabajadores sexuales argumentan que el trabajo sexual es una forma legítima de trabajo y que las trabajadoras del sexo necesitan derechos, no ser rescatadas”, dijo. “La despenalización es necesaria para disminuir la violencia”, concluyó.

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