BEIJING, 22 abr (Xinhua) -- Cuando China celebra los 20 años del desarrollo de internet en el país, es irónico que, como la mayor víctima de las amenazas a la seguridad cibernética, ha sufrido las acusaciones infundadas de hackear a otras naciones.
Dos décadas después de abrir las puertas a internet, China suma 618 millones de internautas, casi dos veces la población actual de Estados Unidos. Sin embargo, el país todavía está lejos de ser una potencia cibernética.
China importa chips de computadora valorados en más de 200.000 millones de dólares cada año, cifra que excede con mucho el valor de sus importaciones de petróleo. Su mercado para las tecnologías clave, que incluyen unidades centrales de procesamiento (CPU, siglas en inglés), sistemas operativos, bases de datos, servidores de alta gama e instalaciones de telecomunicaciones, está controlado por gigantes de países occidentales como Microsoft, Cisco, IBM, Intel y Apple.
Las desventajas en el ciberespacio han expuesto las redes gubernamentales, militares y corporativas de China a graves amenazas potenciales de intrusión, espionaje y piratería informática.
Frente a las amenazas a su seguridad cibernética e incluso a su seguridad nacional, China no tiene suficientes contramedidas a su disposición. La única solución es reforzar su fortaleza en internet a través de la promoción de la innovación y el cultivo de los talentos a largo plazo.
Todas las operaciones de China para desarrollar las capacidades y tecnologías de internet se adhieren a las leyes nacionales e internacionales y no merecen la desconfianza y crítica de las potencias cibernéticas.
No obstante, no importa cómo abiertos y transparentes sean los asuntos sobre el ciberespacio de China y cómo el país busca sinceramente la cooperación internacional para luchar contra los crímenes cibernéticos, los países occidentales no planean hacer lo mismo.
Más bien, algunos mantienen sus prejuicios y su hostilidad hacia el desarrollo cibernético de China.
Ciertas potencias incluso están agitando ofensivas cibernéticas, tal como se vio en las recientes revelaciones sobre el espionaje electrónico de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que incluyeron informaciones de que el servicio de espías hackeó la red de la compañía china de telecomunicaciones Huawei.
A la vista de estas noticias, acusar a China de amenazar la seguridad cibernética se convierte en la misma hipocresía que si un ladrón gritase: "¡Alto, ladrón!" o un bandido pidiese justicia.
Es verdad que la cooperación y competición coexisten en el ciberespacio. También es verdad que la persecución de un monopolio prolongado de internet por parte de algunas potencias no puede ser una razón para bloquear el desarrollo de otros países.
La cooperación debe superar la confrontación, ya que el mundo se enfrenta a unas amenazas cibernéticas comunes.
Como las dos mayores economías, China y EEUU han llevado a cabo muchos diálogos sinceros y efectivos. Pero debemos negar que la desconfianza y los intentos de contener a China sigan arraigados en el pensamiento de los políticos estadounidenses.
Si ellos no abandonan esa mentalidad propia de la Guerra Fría de convertir el ciberespacio en un campo de batalla para contener el crecimiento de China, será imposible construir un orden internacional justo o evitar comportamientos de alto riesgo en el espacio cibernético.
Con las afirmaciones oficiales de que EEUU "no busca militarizar el ciberespacio" y que "mantendrá su contención ante cualquier operación cibernética fuera de las redes del gobierno de EEUU", existe la expectativa de que tales palabras se conviertan en políticas y acciones concretas.
Si no, internet nunca se convertirá en un "catalizador para la libertad y prosperidad", como desea EEUU.