TOKIO, 23 abr (Xinhua) -- Como el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, estará pronto aquí para una visita de Estado, Tokio está ansioso de conseguir una señal aprobatoria para levantar la prohibición al país sobre el derecho de ejercitar una autodefensa colectiva.
Washington necesita pensar dos veces antes de permitir a Japón avanzar en su propia ruta aunque algunos políticos de Estados Unidos apuesten su propio peso a lo que está detrás de la medida de Japón.
Ante la situación regional imperante y las lecciones históricas, la aquiescencia a la ambición militar japonesa podría ser peligrosa y volverse en contra de lo que Washington ha previsto.
Con base en la largamente sostenida "política orientada exclusivamente a la defensa" de Japón, la fuerza defensiva es usada sólo en el caso de un ataque contra Japón, pero en un escenario de autodefensa colectiva, el país podría apoyar militarmente a otro estado cuando éste último esté sujeto a un ataque.
El 16 de abril, Yosuke Isozaki, consejero especial del primer ministro Shinzo Abe, dijo que Japón buscará que se permita a las Fuerzas de Autodefensa responder a ataques armados a aliados con "lazos cercanos" a Japón, dejando la definición del término abierto a una serie de interpretaciones.
El ex director general de la Oficina de Legislación del Gabinete Japonés, Osamu Akiyama, dijo antes que "levantar la prohibición de ejercitar la auto-defensa colectiva con condiciones restrictivas equivale a permitir el ejercicio del derecho. No hay diferencia".
Bajo el Artículo 9 de la cláusula de la constitución pacifista japonesa, el estado formalmente renuncia a la guerra como un derecho de soberanía y prohíbe la liquidación de disputas internacionales a través del uso de la fuerza.
La constitución pacifista asegura paz y estabilidad no sólo a Japón, sino a toda la región Asia-Pacífico. El intento de Tokio de reinterpretar el derecho de auto-defensa dejaría la cláusula sin sentido y comprensiblemente alentaría una fuerte sospecha de los países vecinos sobre Japón y empeoraría el ambiente de seguridad regional.
Desafortunadamente, algunos prominentes funcionarios de Estados Unidos tienen tiempo y de nuevo se confabulan con la controversial acta de Tokio.
Durante su visita a Japón a principios de este mes, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Chunk Hagel, dijo que Washington "da la bienvenida a los esfuerzos de Japón para que desempeñe un papel más proactivo en la alianza, incluyendo la revisión de la interpretación de su constitución en relación con el derecho de la auto-defensa colectiva".
El ex director de Inteligencia Nacional y Comandante de la fuerza estadounidense en el Océano Pacífico, Dennis Blair, fue incluso más lejos al decir que "la reinterpretación de la constitución japonesa no resultará en un Japón más agresivo y permitir a Japón ejercer el drecho de la auto-defensa colectiva no significa que el militarismo japonés resurgirá".
Semejante tipo de declaración tan amplia es riesgosa debido a que la medida de Japón podría cambiar su postura defensiva de postguerra y alterar el escenario de seguridad en la región, y disparar una reacción en serie, incluso una posible carrera armamentista para decir lo menos.
Sin una prohibición de auto-defensa colectiva, un Japón más "proactivo" podría literalmente sumarse a Estados Unidos y República de Corea en una incursión preventiva contra la República Popular Democrática de Corea (RPDC), haciendo la solución de temas nucleares en la Península Coreana aún más difícil.
Como un aliado cercano, Estados Unidos debería evaluar cuidadosamente el tema. Apoyar a Japón para levantar la prohibición pondrá en peligro la paz y estabilidad regional y dañaría el interés estratégico de Estados Unidos en el largo plazo.