(SPANISH.CHINA.ORG.CN) – Los piratas informáticos, hacktivistas y atacantes patrocinados por Estados pueden usar programas de computación malignos, los denominados malware, para acabar con bases de datos e incluso atacar directamente infraestructuras gubernamentales.
La advertencia aparece en el Manual de Tallín de Legislación Internacional Aplicable a la Ciberamenazas (CCD COE), que acaba de sacar a la luz el Centro de Excelencia de Ciberdefensa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Una docena de expertos que trabajó en el proyecto intentó con esta obra sentar las bases y directrices sobre cómo actuar frente a los ataques cada vez más frecuentes que tienen lugar contra las redes informáticas sensibles, una preocupación creciente para muchos países.
Un ataque cibernético puede ser estrictamente definido como una ciberoperación, ya sea ofensiva o defensiva, “en la que se espera razonablemente que cause lesiones o incluso la muerte a personas, o bien daños o la destrucción de objetos”, precisa el manual.
No obstante, y pese a que los civiles no deberían ser legalmente atacados, los individuos no alineados puede ser considerados un blanco legítimo -con ciberarmas o incluso con armas de otro tipo, tal y como busca EE. UU.-, si representan una amenaza.
Michael Schmitt, profesor de la Escuela de Guerra Naval de EE. UU. y editor del manual, destaca que existen pocas leyes formales sobre el uso de las llamadas ciberarmas. “Olvidan que el derecho internacional se aplica a las ciberarmas como se aplica a cualquier otra arma”.
"Consideremos el ejemplo de una persona hacktivista que, en el transcurso de un mes, lleva a cabo siete ataques cibernéticos contra los sistemas de control del enemigo. A primera vista, el hacktivista solo es objeto de respuesta mientras se realiza cada ataque. No obstante, pudo haber sido objetivo durante todo el mes. Es más, a falta de una indicación clara de que el hacktivista ya no se dedica a este tipo de ataques, él o ella seguiría siendo objetivo más allá del período”, señala el manual.
Los expertos de la OTAN definen hacktivista como “un ciudadano particular que por su propia iniciativa se involucra en actividades de piratería informática por razones, entre otras, ideológicas, políticas, religiosas o patrióticas”.
Incluso si ese hacktivista no está trabajando directamente bajo un mando militar, la OTAN considera que debería ser blanco de ataques.
El Manual de Tallin contiene en 302 páginas 95 “reglas”, en parte evolucionadas a partir de las guías de comportamiento bélico de la Declaración de San Petersburgo 1868 y la Convención de Ginebra de 1949, aunque con apartados muy concretos relacionados con el ciberespacio.