La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea (Celac-UE), que concluyeron hoy domingo su reunión cumbre en Santiago de Chile, alcanzaron a renovar la alianza estratégica entre ambas regiones, augurándose una época de mayor colaboración en integración bilateral.
Los Jefes de Estado y de Gobierno asistentes al encuentro se comprometieron a dar un nuevo enfoque al diálogo político, sobre la base de"una relación más equilibrada, eficiente, constructiva y simétrica con complementariedad entre las dos regiones".
También se comprometieron a alcanzar "un desarrollo sustentable, económico, social y ambiental".
Este encuentro, donde por primera vez América Latina y el Caribe hablaron con una sola voz ante Europa, estuvo marcado por las necesidades urgentes del viejo continente, inmerso en una crisis que no encuentra salida desde hace cinco años y el buen momento económico de la región latinoamericana.
También, por primera vez en la historia, los líderes europeos se ven urgidos a mirar hacia Latinoamérica de una manera diferente a como estaban acostumbrados a hacerlo en el pasado, obligados ahora por las circunstancias. La nueva realidad política y económica de los países latinoamericanos, menos dependientes de Europa y Estados Unidos por haber diversificado sus vínculos con China y otras naciones emergentes, obliga a los gobiernos europeos a profundizar su relación con la región, la cual se venía institucionalizando desde 1999.
En la actual coyuntura, Europa no está en condiciones de imponer sus recetas ni repetir las viejas historias de antaño y, hoy por hoy, la región latinoamericana puede negociar con la Unión Europea de igual a igual, de ahí la gran importancia de la Celac.
No obstante, como en Europa, en América Latina hay una diversidad de sistemas económicos y modelos políticos que en el último medio siglo han tenido marcadas diferencias por estar asociados o no a Estados Unidos y tener una visión distinta sobre el desarrollo.
Por ello, siempre había sido difícil una colaboración más estrecha entre todas las naciones. Por un lado, están, por ejemplo, Colombia, Chile y México y por el otro, Cuba, Venezuela, Bolivia, Argentina y Ecuador.
Ahora, hay un conjunto de países que han definido políticas para defender sus mercados internos y el valor de las materias primas que producen, destacándose Brasil, Argentina y Venezuela, que son las tres naciones que más necesitan los países europeos por sus producciones.
Al mismo tiempo, la región latinoamericana no tiene el nivel de integración con que cuenta Europa ni tampoco de tecnología y de productividad, pero ha crecido durante la última crisis global, habiendo registrado 3,1 por ciento de crecimiento en 2012 y un estimado de 3,8 por ciento.
El gran desafío para las dos regiones era crear una alianza estratégica que busque un desarrollo sustentable sobre la base de inversiones de calidad, tanto en lo social como en lo ambiental. Ese objetivo se cumplió teóricamente en los acuerdos, pero falta su concreción. Mientras, Europa aún está en recesión, que probablemente se extenderá durante 2013, y necesita ahora más que antes de estabilidad en sus inversiones, que representan 43 por ciento de los capitales extranjeros que llegan a esta región.
Esas inversiones alcanzan ahora los 385.000 millones de euros (unos 462.000 millones de dólares), aunque es probable que disminuyan por la crisis que afecta a la UE, con situaciones difíciles como las que enfrenta España, que alcanzó 26 por ciento de desempleo.
En la cumbre, las naciones latinoamericanas establecieron que no quieren cualquier tipo de inversión, sino aquellas que sean dirigidas al sector productivo, que contribuyan a elevar el empleo y a emplear tecnologías de punta.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), entre 2006 y 2010, la inversión europea directa hacia la región fue algo menos relevante que en los cinco años anteriores.
Se destaca en la declaración final de la cumbre el evitar el proteccionismo y fortalecer el sistema internacional de comercio con la conclusión de la Ronda de Doha, de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para liberalizar la actividad comercial. "Reafirmamos que el comercio y la inversión promueven el crecimiento económico, reconocemos la importancia de los marcos regulatorios estables y transparentes en ambas regiones, y de proporcionar seguridad jurídica para los operadores económicos", resalta la Declaración de Santiago de la I Cumbre Celac-UE.
De acuerdo con el presidente chileno, Sebastián Piñera, esta cumbre "abre una nueva etapa en las relaciones entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea, que estará caracterizada por una creciente demanda de colaboración e integración entre nuestras naciones y pueblos".
Las dos regiones suman 1.100 millones de personas y un 40 por ciento del producto mundial, y deben enfrentar la necesidad de un nuevo orden internacional, tras sufrir el mundo a partir del 2008 la peor crisis desde la Gran Recesión de 1929.
La cumbre también incluyó el cambio climático, asumiendo el compromiso de adherirse a protocolos u otros mecanismos tendientes a reducir las emisiones de efecto invernadero.
No pareció difícil que las dos regiones se pusieran de acuerdo para renovar su Asociación Estratégica, urgidas de avanzar hacia una estabilidad económica mundial, pero ahora el mayor desafío será concretar los acuerdos de Santiago, que pasarán a la historia como el comienzo de una nueva era para Celac y la Unión Europea.