MEXICO, 1 feb (Xinhua) -- La explosión ocurrida la tarde del jueves en la sede de la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) en la Ciudad de México, que dejó hasta ahora 33 víctimas y más de un centenar de lesionados, ha puesto urgencia al debate en el país para llevar a cabo una reforma energética necesaria para dictar un nuevo rumbo a su empresa petrolera.
Sin reparar todavía en las causas que originaron el estallido en el complejo de oficinas donde al día ingresan más de 10.000 personas, y son hasta el momento desconocidas, y el gobierno ha dicho que dará a conocer la verdad cuando concluyan las investigaciones, estos hechos sin duda marcarán un parteaguas en la historia de la cuarta petrolera en el mundo.
El debate no es nuevo para México pero necesita urgencia. Infructuosamente en la última década el gobierno ha intentado reformar la paraestatal urgida de una modernización ante la decadencia de sus resultados, que aún así significan los mayores ingresos para el país.
La petrolera que alguna vez fue el orgullo de los mexicanos, destina el 70 por ciento de sus ingresos al fisco mexicano, pero se conduce con el freno de mano, su sindicato, uno de los más poderosos del país y un conjunto de contratistas, han significado un obstáculo para cualquier cambio de velocidad.
Su producción ha bajado, de los 3,4 millones de barriles al día que producía anteriormente, actualmente ronda en los 2,5 millones de barriles diarios, con un evidente deterioro en sus instalaciones, incluidas las del lugar donde se registró el incidente.
Pemex también ha significado una alerta para el gobierno mexicano, su seguridad también está puesta en duda. Un dato es contundente, que en la última década, cada año por lo menos, se ha registrado un accidente mortal, algunos de ellos ha cobrado decenas de vidas.
El año pasado por ejemplo, murieron 30 personas en explosión de planta de gas en el Centro Receptor de Gas y Condensados en el norteño estado de Tamaulipas.
La reforma energética es sin duda uno de los cimientos por los que debe empezar México en la agenda de transformación que planteó inmediatamente de tomar posesión el 1 de diciembre pasado, el presidente Enrique Peña Nieto.
El nuevo mandatario Peña Nieto anunció desde sus campaña electoral sus intenciones de que Pemex sea abierto a la inversión privada con el objeto de mejorar los capítulos de investigación, prospección y comercialización.
Pero la apertura de Pemex a la inversión privada, no es una decisión presidencial, exige una reforma constitucional, que debe ser aprobada por un tercio del Congreso que deberá priorizar las necesidades del país.
El nuevo Gobierno ha puesto como modelos los casos de Noruega y Brasil, para salir con éxito y no temer a la inversión extranjera, pero para la izquierda la apertura les huele a privatización.
México tiene un fuerte reto en los próximos meses, su Congreso inició este viernes su segundo periodo ordinario de sesiones, en el que en algún momento deberá discutir la reforma energética, el incidente del jueves dicta que ese debate debe llegar a buen puerto con urgencia.