CHENGDU, 17 mar (Xinhua) -- Desde hace ya varias semanas, Sonam Tsering pasa casi cada minuto del día preparándose para el examen nacional de entrada a la universidad, que presentará a comienzos de junio.
"Atesoro cada minuto de mis días de escuela. Se me están agotando muy rápido", se lamenta este joven tibetano de 18 años mientras habla con Xinhua durante un descanso en la Escuela Secundaria del Tíbet, en Chengdu, capital de la provincia suroccidental china de Sichuan.
Uno de los mejores de la escuela, Sonam Tsering espera lograr un cupo en la Universidad de Xiamen, en la provincia costera de Fujian, para estudiar Economía.
"He oído que Xiamen tiene el campus más hermoso de China, con cocoteros, una playa y un clima muy diferente al de mi pueblo natal, que es en una meseta", dice.
Hace tres años, Sonam Tsering fue seleccionado para estudiar en Chengdu, a 2.000 kilómetros de su lugar de origen, en el distrito de Xaitongmoin, en la región autónoma del Tíbet.
Asegura que ha disfrutado la escuela en Chengdu.
"La escuela es mucho mejor aquí. Mis maestros son amables y están muy bien capacitados. Además, he hecho muchos amigos", relata.
Más importante aún, Sonam Tsering asegura que ahora es una persona más segura de sí misma, y tiene un constante deseo de dar lo mejor de sí en todo lo que hace.
Durante tres décadas, los niños tibetanos más talentosos, en particular los de familias pobres, han sido enviados a estudiar en ciudades grandes de China en virtud de un programa para formar profesionales de alto nivel que luego regresen a la región, aún no plenamente desarrollada, para impulsar su crecimiento.
Entre 1985 y 2016, más de 110.000 estudiantes tibetanos han conseguido becas para estudiar en escuelas secundarias del interior del país, de acuerdo con datos proporcionados por el departamento de educación del Tíbet.
Cerca de 36.000 de ellos se han graduado de diferentes escuelas y centros de formación profesional y han regresado a trabajar por su región.
Durante el mismo período, el gobierno central, decidido a dotar a los jóvenes con las habilidades para ganar un salario digno, también ha aumentado los presupuestos de educación para las zonas de minoría étnica.
Hace siete años, Choden fue uno de los 50 graduados tibetanos de secundaria que fueron beneficiados con una beca para estudiar en una escuela de formación profesional en Chengdu. La subvención cubría todos sus gastos académicos, y además incluía un estipendio mensual de 600 yuanes.
Después de graduarse, Choden consiguió un trabajo como electricista en Luhuo, su distrito natal, en la prefectura autónoma tibetana de Garze, en la provincia de Sichuan. Pronto se abrió camino hasta su cargo actual como jefe de la central, responsable de 150 kilómetros de cables que suministran energía a 2.710 familias rurales.
La formación profesional también ha permitido a numerosos jóvenes tibetanos establecerse en las grandes ciudades.
Desde su niñez, Shofang empezó a entrenar para ser una bailarina de una compañía local del distrito de Jiuzhaigou, también en Sichuan. A los 20 años tomó la decisión dejar la danza para casarse y ser un ama de casa. Pero un programa de educación gratuita en Sichuan cambió el curso de su vida. En 2009, fue aceptada en una escuela de formación profesional del buró de ferrocarriles para capacitar conductores de tren.
Después de su graduación, se convirtió en la primera mujer tibetana en conducir un tren de metro en China.
Tras seis años de ese hito, Shofang ha recorrido más de 110.000 kilómetros al frente de los controles.
El año pasado, se casó con un colega y se estableció en Chengdu.