BEIJING, 3 abr (Xinhua) -- Tokio ensombreció la paz y estabilidad regionales cuando su secretario en jefe del gabinete rechazó el domingo las declaraciones del presidente de China, Xi Jinping, sobre la invasión japonesa a China y la Masacre de Nanjing.
Yoshihide Suga adoptó una retórica inesperadamente absurda al calificar a las declaraciones hechas por Xi un día antes como "sumamente poco constructivas". El mandatario chino afirmó que "la guerra de agresión de Japón contra China causó más de 35 millones de víctimas militares y civiles chinas".
El secretario se rehusó a reconocer la cifra de víctimas y dijo que el gobierno japonés aún tiene que verificar las "distintas opiniones".
Declaraciones como éstas, en abierto desafío a los juicios de posguerra y un desafío tanto a la justicia como a la conciencia humana, reflejan que el gobierno japonés, encabezado por Shinzo Abe, está siguiendo un camino revisionista.
La agresión militar de Japón contra sus vecinos asiáticos, incluida China, durante al Segunda Guerra Mundial, ha sido un hecho difícil reconocido por la comunidad internacional.
Con el fallo del Tribunal Militar Internacional del Lejano Oriente en 1946 y el testimonio y confesiones de los soldados japoneses, las atrocidades de tiempos de guerra de Japón se convirtieron en una evidencia histórica irrefutable.
No obstante, la administración de Abe negó con descaro la historia para alentar la ya creciente inclinación derechista del país, lo que enfureció no sólo a sus víctimas sino también a cada nación justa del mundo.
Si Tokio fuera un actor responsable, acabaría de raíz con esa inclinación que puede poner en riesgo la paz y la estabilidad de Asia Oriental. Desgraciadamente, su primer ministro, que lleva el "ADN político" de su familia, se convirtió en un pionero de los derechistas del país.
Abe, que a lo largo de toda su carrera ha abogado por la construcción de "un Japón fuerte", ha ido incrementando el presupuesto en defensa para expandir el desarrollo militar de Japón y realizando ejercicios militares destinados a apoderarse de las Islas Diaoyu, una parte integral del territorio chino.
Al mismo tiempo, de vez en cuando niega la historia de invasión japonesa, lo cual es considerado ampliamente como un primer paso para tratar de librar a su país de un sistema de posguerra.
Las acciones y las palabras, en lugar de hacer realidad un Japón fuerte, aíslan al país de sus vecinos asiáticos.
Abe necesita saber que un hombre fuerte asume responsabilidades. Para ser un actor responsable, Tokio primero debe admitir sus errores pasados y liberarse del sometimiento derechista, que se ha convertido en una fuente de inestabilidad en la región de Asia Pacífico.