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Es momento de que Occidente vea la verdadera cara de los separatistas del Turquestán Oriental

Actualizado a las 06/03/2014 - 10:00
BEIJING, 5 mar (Xinhua) -- El espeluznante ataque terrorista que se saldó con la vida de 29 inocentes y dejó 143 heridos en la ciudad suroccidental china de Kunming pasará a la historia como uno de los momentos más tristes de la historia moderna de la nación.
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BEIJING, 5 mar (Xinhua) -- El espeluznante ataque terrorista que se saldó con la vida de 29 inocentes y dejó 143 heridos en la ciudad suroccidental china de Kunming pasará a la historia como uno de los momentos más tristes de la historia moderna de la nación.

La indiscriminada matanza de pasajeros a manos de un grupo de atacantes armados con cuchillos en la Estación de Ferrocarriles de Kunming el pasado sábado por la noche, no solo sacudió la Ciudad de la Primavera Eterna, sino también enfureció al país entero y al mundo en general.

Tras la matanza, la comunidad internacional ha condenado abrumadoramente la atroz acción terrorista y expresado apoyo a los esfuerzos chinos por llevar a los responsables ante la justicia.

Pero algunos países deben y pueden hacer algo más. Para aquellos que simpatizan y que están financiando o dando cobijo a las organizaciones separatistas del Turquestán Oriental, la masacre de Kunming debe ser suficientemente espantosa como para sacarlos de sus ensueños.

Las autoridades chinas han abatido o capturado a los ocho miembros del grupo terrorista que perpetró el horrible crimen contra la humanidad, y poco a poco irán emergiendo más detalles según avancen las investigaciones de la policía. Aún así las pruebas disponibles descubiertas en el lugar de los hechos indican un claro vínculo con los separatistas del Turquestán Oriental.

Sin embargo, al cubrir y comentar sobre este incidente, un puñado de medios de comunicación y gobiernos de Occidente, con o sin intención, añadieron en sus informaciones insinuaciones de varios tipos.

Algunos incluso asumieron el tono del discurso de organizaciones separatistas del Turquestán Oriental, como el Congreso Mundial Uygur (WUC, siglas en inglés), o actuaron como megáfono para sus falsas acusaciones, intentando señalar acusadoramente a las políticas étnicas y religiosas de China.

Esta postura es indecente y falta de criterio, especialmente para aquellas instituciones que se proclaman como luchadoras contra el terrorismo y defensoras de los derechos humanos.

Para empezar, China ha demostrado plenamente su compromiso con la protección de la libertad religiosa, la preservación de la diversidad cultural y la mejora de las áreas de minorías étnicas. La mejora en la calidad de vida, tanto física como espiritual, de todas las minorías étnicas es inequívoca e innegable.

Impulsar el desarrollo y mejorar las condiciones de vida son el único camino viable para salvaguardar y promover los derechos humanos básicos. Los problemas en el proceso de desarrollo son inevitables, pero China está determinada a resolverlos de una manera inclusiva y sostenible.

El WUC y otras organizaciones separatistas antichinas, sin embargo, nunca han dejado de instigar y asistir al terrorismo violento en China. Sus manos están detrás del motín en julio de 2009 en Urumqi, el incidente del coche en octubre de 2013 en Beijing, y la reciente masacre en Kunming, entre otros.

Sus aparentemente indignadas acusaciones sobre la llamada represión religiosa y los llamados abusos contra los derechos humanos en China, así como el supuestamente noble papel que dicen jugar, no son más que una máscara a la que se aferran para justificar su existencia en el extranjero.

Manipulados por los profundos prejuicios y la falta de un adecuado entendimiento sobre China, algunos países se han visto unidos a aquellos con malas intenciones.

Los intentos separatistas del WUC y otras fuerzas del Turquestán Oriental están condenados a fracasar. Pero más peligroso que sus inútiles conspiraciones separatistas, es su fomento del odio, su instigación del extremismo y su abrazo al terrorismo.

El sangriento atentado en Kunming ha expuesto de nuevo su verdadera cara. Es un momento crítico para que los países u organizaciones occidentales que erróneamente simpatizan con estos grupos, abran sus ojos ante la naturaleza terrorista de los mismos, y se deshagan de estos parásitos antichina.

El terrorismo no tiene fronteras, es un mal que afecta a la humanidad, y contra el cual todas las personas conscientes deben luchar firmemente. Así que es momento de dejar de hacer guiños, excusar y tolerar cualquier forma de este mal.

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