América Latina y el Caribe vivieron este año nuevos desafíos que pusieron en riesgo su meta de integración con el fracaso de la VI Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, las diferencias políticas por conflictos limítrofes, y la falta de oportunidades de alianzas comerciales ante las asimetrías económicas de las naciones de la región.
La unidad latinoamericana sigue siendo un objetivo difícil de lograr, y por lo menos el año que termina no mostró signos que alienten la posibilidad de hacer de América Latina una región realmente unificada en todos los aspectos.
En abril pasado (los días 14 y 15) se llevó a cabo la VI Cumbre de las Américas en la localidad turística colombiana de Cartagena de Indias. La exclusión de Cuba a iniciativa de Estados Unidos, generó una ola de declaraciones a favor y en contra de la participación de la isla en el foro continental.
La Organización de Estados Americanos, OEA (otrora órgano principal de solución de controversias entre las naciones) sufrió una nueva crisis ante la falta de representatividad de los países integrantes.
La ausencia de Cuba generó que Ecuador, Venezuela y Nicaragua, los países con ideología de izquierda, decidieran no participar en el encuentro, lo que finalmente derivó en el fracaso de la cita que concluyó sin una declaración final.
El papel de la OEA como foro integrador, quedó nuevamente en duda.
Si bien América Latina salió en 2012 avante como región a una crisis generada en Estados Unidos y Europa, no logró en la práctica afianzar los vínculos que podrían llevar a las naciones latinoamericanas a lograr un avance real en el orden mundial imperante.
La integración latinoamericana debería verse como una oportunidad para promover el crecimiento económico y social de las naciones de la región, pero las diferencias existentes hicieron difícil nuevamente que se diera ese paso adelante.
En el plano político, las diferencias ideológicas impidieron el desarrollo de nuevos vínculos entre los países. Los gobiernos progresistas mostraron un avance en la región latinoamericana, lo que generó desconfianza en las naciones con gobiernos conservadores.
Este año permaneció el liderazgo del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, entre los gobernantes de la izquierda latinoamericana (Ecuador, Nicaragua, Cuba), aunque la precariedad de su estado de salud, ha preocupado a más de uno de los gobernantes que se han hecho eco de su política socialista y el avance de ella en América Latina.
Por otra parte y para buscar un balance, se dió el fortalecimiento de la naciones del Pacífico con gobiernos de derecha como el caso de México, Perú, Colombia y Chile, en la llamada Alianza del Pacífico, cuya acta constitutiva fue firmada este año, que busca la consolidación de la relaciones económicas y comerciales de las naciones del Pacífico.
En la práctica, la Alianza del Pacífico podría ser una respuesta a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), presidida por Venezuela. Dos bloques en un mismo subcontinente con países que comparten costumbres e historia.
Las diferencias por cuestiones fronterizas fueron un segundo obstáculo en las relaciones latinoamericanas.
La controversia de Colombia y Nicaragua dirimida en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) con sede en La Haya, la de Chile y Perú, en el mismo tribunal, y la solicitud boliviana a Chile de una salida al mar, así como las diferentes posiciones de los países sobre la crisis institucional en Paraguay con la destitución el 22 de junio del entonces presidente Fernando Lugo, mostraron la vulnerabilidad de los lazos existentes entre países.
En materia económica, si bien los gobiernos han buscado acuerdos que favorezcan su expansión y el crecimiento económico individual y regional, las asimetrías han generado dudas sobre la posibilidad de un avance en esta materia.
Es el caso de Bolivia, nación que busca integrarse plenamente al Mercado Común del Sur (Mercosur) que conforman Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay -este último suspendido del bloque por la destitución de Lugo-. La precaria economía boliviana no permitiría un comercio en igualdad de oportunidades con sus eventuales socios.
Las asimetrías comerciales hacen difícil una integración real.
Además los acuerdos bilaterales, lejos de propiciar las colaboraciones, han derivado en la fragmentación de los esfuerzos de unificación regional. Las naciones latinoamericanas han enfocado más sus objetivos fuera del continente, de forma especial con Asia, debido principalmente a que América Latina es una región proveedora de materias primas.
Si entre las naciones vecinas no hay oportunidades, habría que buscarlas afuera, parecen acordar los países de la región.
Pese a las diferencias, sólo en un punto coinciden los latinoamericanos y es en ayudar en caso de tragedias y desastres naturales.
Con el paso del huracán "Sandy" en octubre pasado, la solidaridad latinoamericana brotó de nueva cuenta. Cuba, Haití y Jamaica vivieron la muerte a manos de los fuertes vientos y lluvias generadas por el meteoro. Y la ayuda llegó, o por lo menos los ofrecimientos de colaboración para esas naciones afectadas.
Lo cierto es que la integración latinoamericana sigue siendo un tema pendiente. Los Estados deberán buscar nuevos mecanismos que permitan avanzar hacia la unidad, no sólo económica, sino en todos los aspectos, bajo la premisa de una colaboración en igualdad de circunstancias.
Analisis del informe de Diálogo Interamericano sobre financiamiento chino en América Latina
Apetito chino
Contacto
Twitter
Facebook
RSS
Imprimir
Favorito
Corregir
e-mail
