Por Tian Dongdong
BEIJING, 1 ago (Xinhua) -- La decisión del nuevo gabinete británico de retrasar el programa de la central nuclear Hinkley Point C por motivos de "seguridad nacional" no solo suscita dudas entre la comunidad internacional sobre su apertura a la inversión extranjera, sino que también añade incertidumbre a la "Edad de Oro" de las relaciones entre China y el Reino Unido.
Dar luz verde a un proyecto de 24.000 millones de dólares estadounidenses nunca es una decisión fácil, y China entiende y respeta totalmente la petición del Gobierno británico de más tiempo para reflexionar.
No obstante, lo que China no puede comprender es que, a la hora de hacer el aplazamiento, se utilice un "enfoque suspicaz", que carece de base alguna, hacia la inversión china.
El programa Hinkley Point C ofrecerá miles de trabajos a los residentes locales, al tiempo que cerrará la brecha eléctrica dejada por el cierre de todas las centrales de carbón para 2025, al garantizar el 7 por ciento de todo suministro eléctrico nacional.
Una perspectiva tan esperanzadora como ésta respalda la naturaleza mutuamente beneficiosa del programa y disipa el rastro de miedos infundados y de ciencia ficción sobre "la colocación de puertas traseras" por parte de China durante la construcción del proyecto, a fin, supuestamente, de controlar una infraestructura crítica.
Esos temores injustificados son especialmente dañinos para Reino Unidos por al menos dos razones.
En primer lugar, para una nación que lucha por abrirse paso tras el resultado del 'brexit', la apertura es la salida clave. Como pionero de la teoría del libre comercio y participante pleno en la economía de libre mercado, Reino Unido es conocido desde hace mucho tiempo por su extraordinario atractivo para la inversión extranjera gracias a su apertura.
El "enfoque suspicaz" hacia la inversión china que implica el aplazamiento provoca una gran preocupación sobre si Reino Unido podría estar pensando en erigir un muro de proteccionismo, lo que con seguridad mancharía su credibilidad como economía abierta y podría disuadir a posibles inversores de China y de otras partes del mundo en el futuro.
Segundo, con el aplazamiento de un programa de referencia para la llegada de la "Edad de Oro" China-Reino Unido, como informaron algunos medios británicos, por sospechas hacia la inversión china, el nuevo Gobierno británico está arriesgándose a enfriar la duramente lograda confianza mutua con China.
Los lazos China-Reino Unido han sido durante mucho tiempo un modelo de relación entre un país en desarrollo y otro desarrollado. Basados en la confianza mutua, el entendimiento recíproco y la cooperación mutuamente beneficiosa, los vínculos bilaterales se vieron coronados por la exitosa gira que el presidente chino, Xi Jinping, realizó el pasado año por Reino Unido, así como por la participación británica en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, propuesto por China.
Si la historia sirve de guía, muchas de las sospechas contra China se han reducido a la inseguridad y la distorsión. China puede esperar a que un Gobierno británico racional tome decisiones responsables, pero no puede tolerar acusaciones inoportunas contra su sincera voluntad de una cooperación de beneficio mutuo.
Después de todo, el impulso, tan difícilmente logrado, a las relaciones China-Reino Unido no puede ser desperdiciado, y la "Edad de Oro" no puede permitirse retrasos.