La falta de diálogo de la presidenta Dilma Rousseff con los partidos de la coalición de gobierno y su poca vocación para la discusión política fueron un factor determinante que condujeron a la aprobación del proceso de "impeachment" en la Cámara de Diputados.
De acuerdo al analista político Thiago de Aragao, de la consultora Arkio Advice, la presidenta mantuvo en su gobierno una actitud extraña a las tradiciones políticas brasileñas, que enfatizan la conversación para alcanzar acuerdos.
"La razón para la pérdida de apoyo político que llevó al 'impeachment' es que Dilma nunca supo dialogar o conversar con la base aliada. Uno de los principales senadores del PT estuvo un año pidiendo audiencia con Dilma al inicio del primer mandato y no la consiguió", ejemplificó.
"Dilma no es política, no le gusta conversar sobre política, en un país donde el diálogo es más importante que la palabra escrita. Entonces ella es contraria a los principios básicos de la civilización brasileña", consideró.
Recordó que en 2011, cuando asumió la presidencia de manos de Luiz Inácio Lula da Silva, su padrino político, Rousseff llego a contar con una base de 420 diputados en el Congreso, pero que la dilapidó.
"La primera razón para llegar al impeachment fue la falta de dialogo, la segunda es que teniendo una base con más de 15 partidos no consiguió montar un gabinete que reflejara el peso de esos partidos en el Legislativo", apuntó el cientista político.
En Brasil, un elemento importante que marca la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo son las "enmiendas parlamentarias", partidas presupuestarias que los legisladores cuentan para realizar obras en sus ciudades.
En el gobierno Lula, apuntó Aragao, 100 por ciento de los pedidos presupuestarios de la base aliada eran atendidos y 50 por ciento de los pedidos de la oposición, mientras que en el gobierno Rousseff "cero, ninguno de los pedidos fueron atendidos".
"Eso ocurrió por una decisión política de la presidenta. Esa esa la causa de que antes de la votación (por el impeachment) en la Cámara eran cinco personas que defendían al gobierno, siempre las mismas", destacó.
En el mismo sentido, la presidenta se negó a aceptar acuerdos políticos que contemplaran, a la manera tradicional, la entrega de ningún "ministerio llave en mano", donde el ministro designado tiene la atribución de nombrar los principales cargos y toda una planta de colaboradores.
Las dificultades creadas por la falta de diálogo habían sido advertidas por el gobierno cuando la crisis económica y política había comenzado a agravarse a fin del primer mandato de Rousseff.
En su discurso tras obtener la reelección en octubre de 2014, la presidenta prometió que el primer compromiso de su segundo mandato sería "más diálogo".
Sus aliados, sin embargo, continuaron reclamando el difícil acceso a la presidenta, hasta llegar el año pasado a que el propio vicepresidente Michel Temer reclamara en una carta pública por la relación distante con Rousseff, preanunciando la salida del PMDB, el principal partido de la coalición gubernamental.
Con relación a las acusaciones contra Rousseff de haber cometido irregularidades en el área fiscal, Aragao considera que son motivo suficiente para justificar el impeachment, descalificando el argumento del gobierno de que se trata de un "golpe".
"Decir que el 'pedaleo fiscal' es un delito menor es una interpretación equivocada. La responsabilidad fiscal no es un hecho menor, porque en Brasil llevó a un déficit de 100.000 millones de reales (28.000 mdd), y a que tres agencias de riesgo a rebajaran el rating soberano del país", recordó.
Apuntó que, cuando Lula asumió en 2003 la deuda pública brasileña ascendía a 28 por ciento del PIB, y ahora supera el 70 por ciento.
"Las manipulaciones fiscales del gobierno daban la impresión de que las cuentas públicas estaban correctas. Eso es grave", resaltó.
Con relación al deterioro de la imagen de la clase política en general, coincidió la percepción negativa de gran parte de los ciudadanos al presenciar el comportamiento de los diputados a la hora de la votación.
Consideró que el nivel del Congreso brasileño "es muy bajo", pero lo atribuyó a la relación inmadura con la política que permea la sociedad brasileña.
"Existe una cultura en el brasileño por la cual una de las maneras de castigar a los políticos es ignorar la política, lo que resulta en que tengamos ese Congreso que está ahí. Pero no es un problema reciente, es un problema que tiene cien años", afirmó.
Según Aragao, el brasileño es connivente con la corrupción cuando la economía muestra un buen desempeño.
El caso emblemático fue el Mensalao -un esquema de compra de votos en el Congreso durante el primer mandato de Lula da Silva-, que fue rápidamente dejado de lado por el buen momento económico.
"En Brasil la corrupción como tema central en la política está siempre ligada a fracasos económicos. Responde a una sociedad inmadura en su relación con la política, que atribuye todo a la economía", señaló.
Para Aragao, el proceso de impeachment debe ser aceptado por el Senado, Rousseff será destituida y asumirá el vicepresidente Temer, para terminar el mandato hasta 2018.
"No da tiempo para elecciones anticipadas porque el TSE (Tribunal Superior Electoral) demoraría mucho tiempo y serían posibles una serie de apelaciones, y porque en la hipótesis de que el gobierno envíe un proyecto de elecciones al Congreso necesitaría dos tercios de la Cámara", consideró.