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Los malos modales es lo peor que exporta China al exterior

Actualizado a las 08/01/2016 - 17:04
Palabras clave: malos, modales
Los malos modales es lo peor que exporta China al exterior
Los malos modales es lo peor que exporta China al exterior

Por Rong Xiaoqing

Pekín,08/01/2016(El Pueblo en Línea)- Cuando llegué por primera vez a los EE.UU. como estudiante, hace ya 15 años, tuve que comprar un disco duro externo para copiar una nueva película del director Feng Xiaogang que mi amigo pasó dos días descargando a través de un programa pirateado. El disco me costó 150 dólares, es decir, mi presupuesto para vivir dos semanas. Fue la peor inversión que he hecho durante toda mi vida. Pero así era como los desesperados cinéfilos chinos podían resolver en aquel entonces.

Afortunadamente, ya esa época ha quedado atrás. Ahora las películas chinas se internacionalizan casi de inmediato. Esto no significa que, de golpe, la gran audiencia estadounidense se haya interesado en el cine chino. Lo que quiero indicar es que hoy residen en la ciudad de Nueva York una gran número de chinos que forman un mercado maduro, superando la noción anterior de “nicho de mercado”.

Hace apenas unos días fui testigo de esta realidad, cuando en el Times Square se proyectó la magnífica película “Mr. Seis” del director Guan Hu, protagonizada nada menos que por el gran director y actor Feng Xiaogang.

A simple vista quedaba claro que había más personas que asientos. Y cuando la película comenzó, los pasillos de ambos lados de la platea fueron tomados por entusiastas cinéfilos que se sentaron, de buen gusto, en las duras y frías escaleras.

Los guardias de seguridad no se hicieron esperar. Llegaron en medio de la película y ordenaron a todos que desalojaran la escalera y las vías de acceso. Cuando protestaron los que tenían entradas, pero no había sido capaces de lograr un asiento, los organizadores detuvieron la película y comenzaron una exhaustiva revisión de los boletos de aquellos que estaban sentados. Los que se colaron para ver “Mr. Seis”, probablemente comprando entradas para ver otra película, fueron expulsados y la película continuó. La “limpieza” demoró unos diez minutos, en medio de quejas, excesos de histrionismo y lamentables demostraciones de arrogancia en contra de los organizadores.

Este alboroto podría ser inusual en una sala con público estadounidense, sin embargo es lamentable que pueda llegar a ser “algo normal” si la mayoría del público es chino. En los últimos años, con la creciente ola de eventos culturales chinos en Nueva York -ya sean películas, conciertos u obras de teatro- muchos espacios culturales han tenido que padecer ciertos comportamientos muy poco educados.

En el Carnegie Hall, fui testigo de una audiencia enardecida tomando fotos con flashes durante todo el concierto. En el Lincoln Center, durante una gala de Año Nuevo Chino, también fui testigo de personas comiendo semillas de girasol y haciendo un desagradable ruido con la boca. En el Lincoln Center observé como algunos utilizaban sus teléfonos celulares durante la presentación de un grupo chino de pop.

En todos los casos, el personal de seguridad trató de intervenir, pero enseguida desistieron ya que la mala conducta era casi generalizada y no había forma humana de disciplinar a esa gran mayoría. En el concierto de pop, incluso los miembros de la banda -desde el escenario- sacaron sus teléfonos celulares para interactuar con el público, poniendo a los organizadores en ridículo.

Es cierto que las normas y los sistemas en los cines de Estados Unidos están lejos de ser perfectos. Por ejemplo, si los cines adoptaran el sistema de venta de entradas de los teatros de Broadway donde se asignan asientos con números, los intrusos tendrían pocas posibilidades de éxito. Prestigiosos teatros que se apegaron a la norma tradicional de "no tomar fotos durante el evento", desde hace décadas sufren la impopularidad de sus clientes, ya que se les cuestiona por su inflexibilidad, y más aún cuando ahora casi todos los teléfonos tiene una cámara disponible y la gente acostumbra a fotografiar cualquier cosa.

Pero lo sorprendente en estos sucesos no es la imperfecta normativa de los cines de Estados Unidos, o incluso el capricho y las malas maneras del público chino. Lo que verdaderamente sorprende es el descarado desacato, por parte de la nueva generación de inmigrantes chinos, de las normas elementales que rigen en el país de acogida.

Hasta hace cinco años, los inmigrantes chinos, una vez establecidos, rápidamente entendían y respetaban los códigos de conducta de Estados Unidos. Aprender y seguir las reglas era un objetivo importante en la agenda de asimilación para la mayoría de ellos. Pero ahora, los recién llegados no les preocupa en absoluto entender y aprender las reglas del juego. Ellos traen sus propias normas y códigos de conducta, que son perfectos, y de forma impropia esperan que se las admitan sin ton ni son.

Sin duda, la causa radica en el carácter actual de la joven población china que está envilecida por los éxitos de una bonanza economía de más de 30 años. Sin embargo, es importante diferenciar una positiva autoestima de la arrogancia sin límites y una insoportable importancia personal. Son actitudes distintas. La primera, ayuda a no extraviarnos como individuos. Mientras que la segunda, revela que no tenemos habilidad ni disposición para aprender y asimilar lo nuevo que exige la vida. Un seguro resultado, lamentablemente, será el nulo crecimiento como seres sociales.

El autor es un periodista chino radicado en Nueva York. 

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