El referendo sobre la nueva constitución dejó al descubierto que en Egipto existen claras divisiones, a seis meses de que las fuerzas armadas depusieran a Mohamed Mursi, el presidente islamista.
Fuera de los centros de votación se congregaron simpatizantes del ejército, entonando canciones patrióticas, besando fotografías del principal oficial del ejército y compartiendo sus buenos deseos para una nación que no ha visto la paz en mucho tiempo.
A un a pesar de la intensa vigilancia, 11 personas perdieron la vida en brotes esporádicos de violencia en El Cairo y las provincias de Gizé, vecina de la capital, y las sureñas de Bani Suef y Sohag. Por su parte, los opositores al régimen quemaron neumáticos y se enfrentaron a la policía arrojando piedras y bombas incendiaras con el fin de intimidar a los votantes.
Una gran operación de seguridad para proteger contra posibles ataques de extremistas leales a Morsi a los centros de votación y a los votantes. Para ello se reunieron más de 160 mil soldados y más de 200 mil policías. Los vehículos no pudieron estacionar o pasar junto a los centros de votación y las mujeres fueron registradas por agentes femeninos. Varios helicópteros militares sobrevolaron El Cairo y otras ciudades importantes de este país de 90 millones de habitantes.