El terremoto político que comenzó a estremecer Medio Oriente hace dos años ha repercutido a través de 2012, con réplicas y nuevos enfrentamientos que sumergieron a la región en esperanzas truncadas y luchas renovadas.
Con un nuevo año a la vuelta de la esquina, los planes de rescate todavía carecen de claridad en algunos países, mientras surgen nuevos estallidos, lo que dificulta aún más los lentos esfuerzos de reconstrucción.
DISTURBIOS CONSTANTES
La caída de los gobiernos en Egipto, Libia, Túnez y Yemen en 2011 no consiguió dar paso el año que termina a la cómoda transición aspirada por los ciudadanos de dichos países, mucho menos lograr el rejuvenecimiento de sus economías.
En Egipto, los islamistas lograron hacerse con el poder después que Mohamed Morsi, líder de la Hermandad Musulmana, se convirtiera en el primer presidente popularmente electo del país en décadas. Pero, el posterior empeoramiento de la economía y la creciente división política han vuelto a llenar la plaza Tahrir de manifestantes ante cada decisión controvertida tomada por el nuevo gobierno.
Tras la victoria en una peleada votación, Morsi no parece dispuesto a conceder ni un ápice ante la oposición en los temas más importantes, mientras que los laicos y los liberales aprovechan cada oportunidad para intentar recuperar el control de la escena política.
Ambas partes recurren casi que todas las semanas, e incluso diariamente, a las acciones en las calles que más de una vez han terminado en enfrentamientos violentos, ahuyentando a los desesperadamente necesarios inversores y turistas. Las medidas de austeridad, tales como el recorte de los subsidios y el aumento de los impuestos, vitales para acceder a los préstamos del Fondo Monetario Internacional y las concesiones exteriores, han tenido que posponerse.
Cuando 2012 llega a su fin, la nueva Constitución egipcia, redactada por la Asamblea Constituyente dominada por los islamistas y aprobada en un reciente referéndum, al parecer, incrementará las discrepancias entre el gobierno y los liberales en los próximos meses.
Mientras el drama egipcio continúa, una mordaz sátira se vive en Libia, donde Occidente ayudó a los "revolucionarios" a llegar al poder mediante la fuerza el año pasado, únicamente para ver al país caer junto con ellos después de la película rodada por coptos en Estados Unidos que insultó al profeta Mahoma y enfureció a todo el mundo islámico.
Peor que la farsa diplomática, los libios se sintieron mucho más frustrados por los problemas nacionales. La sed de poder de los comités tribales y militares locales provocó una interminable lucha interna, en tanto el flojo control central demoró el cierre de las secuelas de la guerra civil del año pasado, y hasta se teme por un retroceso social.
Primera nación en abandonar el antiguo régimen en la región, Túnez pasó el año que termina enfrascada en la lucha contra la discordia social, la alta tasa de desempleo, así como la corrupción.
Mientras Yemen, que experimentó un cambio de poder aparentemente más fluido con la ayuda extranjera, también ha defraudado a muchos en el país, donde la reconciliación fue obstaculizada por la incapacidad del nuevo liderazgo, respaldado por Estados Unidos, para impedir el intento de secesión del sur y la expansión de las células locales de Al Qaeda.
Sin embargo, en comparación con los ciudadanos de esos cuatro países, los sirios protagonizaron muchas más vicisitudes en 2012.
Localizada en el centro de la región, Siria permanece inmersa en una inextricable crisis que está a punto de entrar en su vigésimo segundo mes, sin señales de un posible final a la vista.
La intransigencia tanto del presidente Bashar al Assad como de la oposición hace de la reconciliación nacional una misión imposible. Mientras continúen los enfrentamientos armados en el país, poniendo en peligro la vida de civiles, ninguna de las partes podrá conseguir una fácil victoria.
Los esfuerzos externos para solucionar la crisis siria también se estancaron en 2012, pese a los intentos mediadores de la comunidad internacional, realizados principalmente por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan y el veterano diplomático argelino Lukhdar Brahimi.
El interminable duelo, agravado por las sanciones de Occidente, hace la vida cada vez más difícil para la población siria, con grandes colas para adquirir artículos de necesidad diaria como pan o combustible, además de un creciente número de refugiados.
El influjo de armas pesadas y combatientes extremistas también preocupa a muchos, incluidos los gobiernos occidentales. Quizás únicamente mediante un drástico cambio de actitud, de parte de Damasco u otros, podrá el pueblo sirio pasar página al actual conflicto.
REORDENAMIENTO DEL MAPA POLITICO
La tumultuosa situación en Medio Oriente ha provocado además el reordenamiento del panorama político en una de las regiones más volátiles del planeta.
Cuando las antiguas repúblicas estaban inmersas en sus respectivos conflictos, monarquías como Arabia Saudí y Qatar, con grandes cantidades de petrodólares, extendieron su peso en la región e intentaron reemplazar a la antigua fuerza. Además, el retorno de los islamistas al centro de la escena política en la región ha causado cambios estructurales que pudieran amenazar a las mentes liberales cuando las ideologías extremistas vuelven a estar de moda.
Turquía, durante el último año, también buscó elevar su posición en el escenario central de la región. Como punto de conexión entre Europa y Asia, Turquía ha profundizado su participación en los asuntos árabes como el de Siria, y ha aprovechado su influencia geopolítica a la hora de tratar con Occidente, en ocasiones llegando a dar pasos coordinados para refrenar a las fuerzas árabes tradicionales.
El dramático impacto político en Medio Oriente se sintió igualmente en otras regiones.
Washington vio peligrar sus intereses en la región con la caída de los regímenes laicos y pro-estadounidenses en los últimos dos años, mientras los nuevos gobiernos persiguen una diplomacia más independiente y equilibrada.
En lugar de Estados Unidos, Morsi eligió a Arabia Saudí y China como destinos inaugurales tras asumir el poder. Y cuando la embajada estadounidense en El Cairo fue atacada a causa de la furia islámica contra la insultante película anti-Islam, el presidente estadounidense Barack Obama, en una muestra de resentimiento, expresó que Egipto no es ni un aliado ni un enemigo.
Pese a las incertidumbres, sin embargo, es poco probable que Washington realice grandes ajustes a su política para Medio Oriente a corto plazo, debido a la importancia geopolítica y el atractivo energético de la región.
Mientras, los países europeos se las arreglaron para poner sus manos en el pastel tras involucrarse en el conflicto libio en 2011 y continúan buscando tener mayor peso en la región, especialmente en Siria, en tanto Rusia ha visto disminuida su influencia.
PROBLEMAS PERSISTENTES
Los tradicionalmente temas candentes de la región no fueron superados por los nuevos conflictos, sino que más bien se han relacionado entre sí para presentar un cuadro mucho más complejo en 2012.
En noviembre, Israel, en una muestra de fuerza antes de sus elecciones parlamentarias de enero próximo, emprendió masivos ataques aéreos contra el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en Gaza, acción que describió como respuesta a los frecuentes lanzamientos de cohetes por parte de grupos milicianos palestinos contra el sur de Israel.
Los enfrentamientos, que dejaron decenas de muertos y cientos de heridos, en su mayoría civiles, llegaron a su fin después del alto el fuego promovido por El Cairo y acordado ocho días más tarde.
La animosidad no ha hecho más que aumentar. Después que los palestinos lograran la promoción de su estatus ante la ONU a raíz del conflicto de Gaza, los israelíes reiniciaron a modo de represalia la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este. Casi simultáneamente, los palestinos desenterraron los restos de Yasser Arafat con la esperanza de comprobar sus sospechas de que Israel estuvo detrás de la misteriosa muerte del destacado líder hace ocho años.
Más al este, muchos pueden estar contentos al ver que el tema nuclear iraní parece dirigirse hacia una aparente solución luego que Teherán y los cinco miembros permanente del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania (grupo conocido como P5+1) se mostraron dispuesto a retomar el diálogo. Por primera vez tocaron el tema de las actividades del enriquecimiento de uranio en tres rondas de conversaciones en 2012.
Pese a las optimistas perspectivas de diálogo, la desconfianza es aún profunda. Las severas sanciones impuestas por Occidente, las intimidatorias maniobras en el Golfo por parte de Washington y Teherán, y el intercambio de amenazas militares solo ponen más obstáculos en el irregular camino por recorrer.
Sin embargo, los avances en las conversaciones nucleares aún son una posibilidad, si las potencias mundiales y Teherán pueden, en el futuro cercano, pactar un acuerdo sobre la pureza del enriquecimiento, a la vez que se mantengan comprometidos a alcanzar una solución pacífica, y que Israel no atice el fuego atacando preventivamente a Irán, país que las autoridades israelíes aseguran está a punto de hacerse con la bomba nuclear.
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