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América Latina necesita con urgencia los créditos verdes

Por DIARIO DEL PUEBLO digital | el 20 de noviembre de 2025 | 16:09

Por Maria Luiza Falcão Silva

(Ilustración: Shi Yu/ China Daily)

Durante muchos años, la imagen de China en América Latina ha estado asociada con la construcción de grandes proyectos de infraestructura, la importación de materias primas y la inversión significativa en sectores estratégicos como la energía y la minería. Esta percepción sigue siendo válida, pero ya no es suficiente. De manera silenciosa pero decidida, China está empezando a proyectarse en la región como un acreedor verde: un actor financiero dispuesto a movilizar recursos para la transición energética, la protección del medio ambiente y la descarbonización.

Este nuevo rol surge justo cuando América Latina acoge la cumbre climática COP30. Albergar la conferencia de las Naciones Unidas en Belém, corazón de la región amazónica, es un acto muy simbólico. La selva amazónica no solo es el bosque tropical más grande del planeta, sino también un regulador decisivo del clima global, un reservorio de biodiversidad y hogar de millones de personas cuya subsistencia depende de su preservación. Al llevar las negociaciones climáticas mundiales a las orillas del río Amazonas, Brasil ha subrayado tanto la urgencia de proteger este ecosistema vital como el papel central del Sur Global en la elaboración de soluciones climáticas. La propia Belém, que durante mucho tiempo ha sido una puerta de entrada entre los bosques amazónicos y el Atlántico, se ha convertido en un escenario donde la lucha por el desarrollo sostenible se encuentra con la demanda de justicia climática global.

El momento no podría ser más significativo: los países de América Latina necesitan urgentemente financiamiento climático para cumplir sus compromisos de reducción de emisiones y para reestructurar economías que aún dependen del petróleo, el carbón y la deforestación. El creciente papel de China en la emisión de bonos verdes, el financiamiento de energía solar y eólica y la exploración del hidrógeno verde, lo coloca en el centro de una agenda emergente donde prestamistas tradicionales como el Banco Mundial, el FMI y el BID han actuado de forma lenta y reacia.

Los bonos verdes son instrumentos de deuda emitidos por gobiernos, empresas o instituciones financieras para captar fondos destinados exclusivamente a proyectos con beneficios ambientales positivos. Estos bonos permiten a los inversores financiar iniciativas sostenibles mientras obtienen un rendimiento financiero competitivo, combinando así rentabilidad con impacto ecológico.A diferencia de los bonos tradicionales, los fondos recaudados con bonos verdes se asignan estrictamente a actividades "verdes", como la mitigación del cambio climático o la conservación de recursos naturales.

Desde mediados de la década de 2010, los bancos chinos —sobre todo el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China— han introducido cláusulas ambientales y ampliado la financiación para proyectos etiquetados como sostenibles. Asimismo, las empresas chinas se han convertido en actores importantes en la energía renovable en toda América Latina. La Corporación State Grid se encuentra ahora entre los mayores operadores de transmisión eléctrica en Brasil, mientras que la Corporación de las Tres Gargantas gestiona activos de energía hidroeléctrica, solar y eólica en el país. En Chile, se emitieron bonos verdes con una significativa presencia asiática, incluida la participación china, canalizando fondos hacia el transporte limpio y la generación renovable.

China es el líder mundial en finanzas verdes, representando más del 20 por ciento del mercado global de bonos verdes en 2023 y superando a Europa en impulso de crecimiento. América Latina, con su vasto potencial renovable y reservas de minerales críticos como litio, cobre y níquel, un terreno de prueba ideal para el anhelo chino de consolidarse como una potencia climática.

Brasil es clave en este nuevo panorama. Más allá de ser el principal socio comercial de China en la región, tiene un potencial incomparable para atraer crédito relacionado con el clima. La Iniciativa Bosques Tropicales para Siempre, impulsada por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, sintoniza con los bancos chinos y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS. Al vincular el excedente financiero de China con la riqueza ecológica del Amazonas, este fondo podría anclar estrategias de preservación a largo plazo que no se vean obstaculizadas por la falta de financiamiento.

Al mismo tiempo, están surgiendo nuevas oportunidades en sectores fronterizos. La investigación sobre hidrógeno verde en el noreste de Brasil, los proyectos de energía solar distribuida y la transición de los sistemas de transporte urbano en ciudades como São Paulo y Bogotá ya están atrayendo empresas conjuntas sino-latinoamericanas. La presencia de China ya no se limita a la compra de materias primas y carreteras, sino que se ha desplazado para abarcar la innovación y la financiación orientada al clima.

Esta transformación es aún más llamativa si se contrasta con Estados Unidos. En lugar de liderar los esfuerzos globales contra la crisis climática, Washington se está retirando hacia el nacionalismo de los combustibles fósiles.

En cambio, China se posiciona como un financiador verde. Es una competencia en la que Beijing ofrece créditos, tecnología y asociación climática, mientras que Washington ofrece aranceles, sanciones y presión. En América Latina, el contraste es especialmente visible: los proyectos de energías renovables respaldados por China están avanzando, mientras que las instituciones occidentales no han logrado presentar propuestas concretas.

Aún así, este nuevo papel de China debe ser bien comprendido. No todas las inversiones etiquetadas como "verdes" son social o ambientalmente benignas: los grandes proyectos hidroeléctricos o la minería de litio mal regulada pueden tener impactos serios. También existe el riesgo de “greenwashing” (maquillaje verde), estrategia en la que una empresa, gobierno o institución exagera, inventa o miente sobre los beneficios ambientales de sus productos.

El desafío para los gobiernos latinoamericanos es establecer marcos claros para la financiación climática, exigir salvaguardias sociales y ambientales y evitar reproducir patrones de dependencia. La oportunidad radica en negociar desde una posición ventajosa: América Latina no está pidiendo préstamos, sino eligiendo sus mejores socios entre los aspirantes.

La aparición de China como un acreedor verde en América Latina es una oportunidad para canalizar recursos externos hacia la transición energética, la protección de la biodiversidad y la resiliencia climática. Pero también es una invitación a la reflexión crítica: sin una planificación y regulación sólidas, incluso el capital verde puede reforzar vulnerabilidades, en lugar de resolverlas.

El contraste con las ideas de la administración estadounidense pone de relieve la encrucijada que enfrenta la región. Por un lado, existe un nacionalismo de los combustibles fósiles que niega la urgencia climática; por otro, hay puentes financieros hacia un futuro más verde. América Latina debe decidir si permanecer como un objeto pasivo de la competencia externa o actuar como un sujeto activo dentro de un proyecto de desarrollo sostenible.

El autor es profesor retirado de la Universidad de Brasília y miembro de la Asociación Brasileña de Economistas por la Democracia.

(Web editor: Rosa Liu, 周雨)