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El rostro hegemónico de Washington, al descubierto una vez más
El presidente estadounidense, Donald Trump (c), recibe al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky (d), en la Casa Blanca, en Washington, D.C., Estados Unidos, el 28 de febrero de 2025. (Xinhua/Hu Yousong)
Una vez más, la máscara de Washington ha caído. El abrupto colapso de las conversaciones entre Estados Unidos y Ucrania durante el fin de semana no fue un simple roce diplomático. Detrás de la desmoronada fachada de la etiqueta diplomática, se esconde la frustración de Washington ante el estancamiento de su plan para saquear los recursos naturales de Ucrania.
Según un borrador del acuerdo entre Estados Unidos y Ucrania, este último país destinaría el 50 por ciento de los futuros ingresos procedentes de sus recursos naturales estatales a un fondo "gestionado conjuntamente" por Washington y Kiev.
Este pacto va mucho más allá de los minerales y los elementos de tierras raras; abarca las reservas de petróleo y gas de Ucrania, así como infraestructuras cruciales como puertos y terminales de gas natural licuado.
No es de extrañar, entonces, que incluso los medios de comunicación occidentales calificaran el acuerdo de "colonización económica de Ucrania". Algunos medios ucranianos también lo describieron como "un acuerdo colonial".
A pesar de las monumentales concesiones de Kiev sobre su futuro económico, su preocupación más acuciante -las garantías de seguridad de Washington- quedó sin respuesta, lo que condujo al estallido en la Casa Blanca.
En la historia abundan sombríos recordatorios de cómo Washington persiguió sus propios intereses estratégicos y económicos a expensas del bienestar o la soberanía de otros países.
La guerra de Afganistán, que duró 20 años, dejó un saldo de 174.000 muertos, entre ellos más de 30.000 civiles, y un país en ruinas cuando Estados Unidos acabó retirándose.
Del mismo modo, la guerra de Irak, librada en 2003 con el pretexto de "armas de destrucción masiva" que nunca se encontraron, provocó la muerte de cientos de miles de personas y allanó el camino para la extracción del petróleo de Irak.
En Ucrania, el patrón es inquietantemente familiar. Los recursos en cuestión pueden haber cambiado a minerales de tierras raras, pero el guion permanece ser el mismo.
En el largo historial de explotación de otros por parte de Washington, Ucrania corre ahora el riesgo de convertirse en su última víctima.