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Hacer de Abel progenie... ellos y ellas, nosotros

Pueblo en Línea  2019:12:09.16:24

(Foto: Pixabay)

Por Yasef Ananda

Beijing, 09/12/2019 (El Pueblo en Línea) - Presentando como prueba una filmación de seguridad donde un hombre intenta, arrastrándola por un pie y a la fuerza, sacar de un ascensor a una muchacha que se resiste a salir y se atrinchera en el piso del aparato, una conocida bloguera china acusó recientemente en streaming a su ex novio de maltrato y violencia doméstica. La estridente confesión, dentro de una habitual transmisión en línea con ribetes pseudocomerciales dedicada al maquillaje y a la legitimación de un ideal de belleza femenina, captó inmediatamente la atención de sus seguidores y de otros navegantes que se sumaron de inmediato a la tribuna de Yuyamika.

El video de la joven He Yuhong, de 28 años y que responde al nombre artístico de Yuyamika, fue publicado el Día Internacional de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Su difusión, en fecha tan señalada, logró una firme condena a cualquier forma de violencia doméstica por parte de la Federación de Mujeres de Chongqing, y el consiguiente ofrecimiento de asistencia especializada a favor de la denunciante, aunque supongo que el presunto violento también la necesitará. Asimismo, ni corto ni perezoso, la policía local aseguró que los departamentos pertinentes han prestado mucha atención a este incidente y ya se ha iniciado una investigación. No hay que olvidar que hace poco una mujer en Sanming, provincia de Fujian, antes de acudir a los tribunales había llamado a la policía siete veces para quejarse de que había sido víctima de violencia doméstica.

Por fortuna, la saturación occidental sobre esta triste y compleja problemática -que buscando un segundo aire se remasteriza con demandas ecologistas y animalistas, reclamos a destiempo contra destacadas figuras públicas y un repertorio de fascinadores istmos a la moda, no ha sufrido en China una avalancha de varieté. Es por ello por lo que denuncias de esta naturaleza captan mucho más rápido la atención de la sociedad y provocan reflexiones personales de un calado más enriquecedor, sobre todo entre los jóvenes, que por antonomasia ya son los legítimos dueños y los factores de cambio en el camino hacia una sociedad modestamente próspera, no solamente en riqueza, capacidad de consumo o volumen de turistas.

El caso de la popular bloguera china Yuyamika no es una golondrina en el verano de Chongqing. De acuerdo a la Federación de Mujeres de China, una tercera parte de las 270 millones de esposas que forman las familias chinas han sido víctimas de alguna forma de violencia doméstica. Así las cosas, y aunque en el 2016, China promulgó su Ley contra la Violencia Doméstica, herramienta esencial para atribuir la responsabilidad del daño y conjurar la agresión intrafamiliar. De acuerdo a esta ley, se identifican como violencia doméstica los actos entre familiares que incluyen la agresión física, insultos frecuentes, amenazas, daño mental y restricción de la libertad personal.

Es comprensible que cuando se hable de violencia doméstica se piense en la mujer como la víctima inmediata. Razones hay que saltan a la vista, pero sugiero que no debemos confundir una estadística que se inclina hacia un género con un secuestro del edicto. No hay que olvidar que también entre los hombres hay víctimas de la violencia doméstica, y en las parejas LGBT. Por tanto, no deberíamos perder de vista que la violencia doméstica le ocurre a un miembro - incluso ambos al mismo tiempo- para que la visión no se enquiste en un bastión de género poco nutricio. La aspiración es que ninguna persona se sienta desprotegida o desplazada al ostracismo. Tanto la propia sociedad como sus representantes tienen el deber moral de subrayarlo y garantizarlo. La violencia doméstica es una realidad inevitable que no puede ser ignorada.

Comunicarse y compartir avecinan caminos que mejoran las relaciones y superan los prejuicios y miedos que impiden el libre ejercicio de la voluntad consciente de la vida que se desenvuelve en pareja. La comunicación, y la virtud de ponerse en el lugar del otro, densa abismos. Son precisamente las personas que viven en las sociedades más introvertidas, donde abunda el soliloquio y la desmedida importancia personal, las que deben tomar nota y no automarginarse dentro de la vida familiar. Al contrario, ante la ausencia de un diálogo honesto y basado en la confianza -muchas veces acuchillado por insalvables egoísmos, rígidos puntos de vista y nauseabundas mezquindades- es donde suelen aparecer las condiciones para el estallido de la violencia como inútil empeño resolutorio. Tampoco es aconsejable ante el frontal desencuentro de criterios o deseos, emancipar la frívola espalda o exhibir un oceánico desprecio por el otro que no calmará al impotente conyugue, y que con razón o sin ella en su mente (algo que suele ser tan relativo como el occidente y el oriente en un mundo redondo y que gira), al calor de las peores emociones no será capaz de calcular el daño de trasgredir la sanidad imprescindible para una convivencia cierta, causando en la mayoría de las ocasiones agravios, tanto físicos como psicológicos, que casi siempre resultan imposibles de superar. Y que en el acto de ser exteriorizados, categorizados o denunciados como violencia doméstica por parte del ofendido, cualquier presumible arrepentimiento del perpetrador no desempañará el brillo ni la inocencia de los mejores estivales días.

Uno de los poemas que más admiro subraya un instintivo tutelar, que se desdobla en invitación para comulgar con el sagrado acto del bien, bajo cualquier circunstancia o paredón: “Hacer de Abel progenie”. A esa labor nos deberíamos entregar en cuerpo y alma, como si de unos de esos populares desafíos de Internet se tratara. Usted y yo, ellos y ellas, nosotros. 

(Web editor: 赵健, Rosa Liu)

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