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Los aranceles impuestos por Estados Unidos dañan más a su propia economía que a los exportadores chinos

Pueblo en Línea  2019:08:13.13:08

[Foto:IC]

Por Yuan Youwei

Beijing, 13/08/2019 (El Pueblo en Línea) - Antes de la duodécima ronda de conversaciones comerciales sino-estadounidenses, celebrada el pasado 30 y 31 de julio en Shanghai, muchos esperaban que los negociadores de ambos países encarrilaran este proceso dentro del camino correcto. De hecho, ambas partes definieron como “constructivas” las negociaciones, y acordaron celebrar la próxima ronda de negociaciones en Washington, fechada para septiembre. Casi todo el mundo interpretó este escenario como un signo de alivio de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China.

Sin embargo, Estados Unidos hizo un giro inesperado y amenazó con imponer -a partir del 1 de septiembre- nuevos aranceles del 10 por ciento a otros productos chinos valorados en 300.000 millones de dólares. Como si eso no fuera suficiente y para aumentar aún más las tensiones, el 6 de agosto el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos calificó a China como "manipuladora de divisas", denuncia que asestó otro duro golpe a los lazos bilaterales y perturbó al mercado financiero. El contradictorio comportamiento de Estados Unidos subraya la importancia de que China y la comunidad internacional redoblen esfuerzos para garantizar que las fricciones comerciales se resuelvan mediante negociaciones.

Después de que la oncena ronda de conversaciones comerciales terminara sin acuerdos, el representante comercial estadounidense solicitó opiniones sobre si Washington debía aplicar aranceles adicionales por 300.000 millones de dólares. La mayoría de las empresas estadounidenses se opusieron a esta idea. De hecho, alrededor del 53 por ciento de los ciudadanos estadounidenses se oponen a la política arancelaria de Washington, ya que elevar costos significa el aumento de los precios de las materias primas y, por lo tanto, más problemas y encarecimiento de la vida cotidiana en Estados Unidos.

Muchas élites estadounidenses de los círculos empresariales y preclaros académicos se han opuesto públicamente a la política arancelaria de los Estados Unidos. La Cámara de Comercio de Estados Unidos en China y el Comité Nacional para las Relaciones Estados Unidos-China han nucleado a expolíticos estadounidenses y altos directivos de empresas transnacionales para que visiten China y dialoguen sobre posibles formas de resolver las diferencias actuales. El presidente del Consejo Empresarial Estados Unidos-China, Craig Allen, ya ha estado en China. Todos afirman que China y Estados Unidos deben continuar las negociaciones comerciales y tomar medidas para evitar que la situación se deteriore aún más.

El 3 de julio, cien personalidades -incluyendo académicos y ex funcionarios públicos- escribieron una carta abierta al líder del Congreso de los Estados Unidos (publicada en The Washington Post), donde aseguran que tratar a China como un enemigo y buscar desconectarla de la economía global no contendrá su ascenso (en su lugar, socavará los intereses de Estados Unidos) y subrayan que el enfoque actual de los Estados Unidos hacia China es contraproducente.

En mayo, el gobierno de los Estados Unidos añadió varias empresas chinas, incluyendo a Huawei, en una lista que prohíbe comprar tecnologías y productos de alta tecnología estadounidenses sin una aprobación especial del gobierno. Muchos empresarios no están satisfechos con esa regulación. Ellos temen que las empresas chinas encuentren fuentes alternativas para adquirir esos productos y las compañías estadounidenses pierdan el mercado chino.

El primero de agosto, día en que Washington amenazó con imponer aranceles del 10 por ciento a otros 300.000 millones de dólares en bienes chinos, los principales índices bursátiles estadounidenses y el precio del crudo disminuyeron.

Además, debido a que esos 300.000 millones de dólares de productos chinos comprenden principalmente artículos de uso diario como ropa, juguetes y teléfonos móviles, las tarifas adicionales del 10 por ciento aumentarán el precios de esos productos, impactando en la vida de los consumidores estadounidenses. En realidad, los datos del Departamento Laboral de EE. UU. demuestran que, debido a las fricciones comerciales sino-estadounidenses, el empleo recién agregado ha disminuido desde 230.000 plazas mensuales (finales del 2018) a 140.000 (últimos tres meses de este año).

Las empresas estadounidenses parecen estar de acuerdo en que los aranceles adicionales a los productos chinos harán más daño a los consumidores estadounidenses que a los exportadores chinos. Además, aumentarán el desempleo en Estados Unidos, arrastrará a la economía estadounidense cuesta abajo y socavará la inversión.

En medio del ojo del huracán, la Reserva Federal de Estados Unidos ha reducido la tasa de interés en un 0,25 por ciento (la primera reducción desde la crisis financiera mundial del 2008) haciendo crecer las incertidumbres mundiales, que al combinarse con otros factores del mercado provocaron que el renminbi (peso chino) el 5 de agosto cayera por debajo de los 7 renminbi por dólar estadounidense. Sin embargo, el tipo de cambio del renminbi frente a una cesta de divisas se mantiene estable.

Al etiquetar a China como una "manipuladora de divisas", Estados Unidos ignora a consciencia las turbulencias que su proteccionismo causa en el mercado financiero mundial, en la recuperación de la economía mundial y en el crecimiento del comercio internacional. A la postre, ese rejuego supondrá un duro golpe para su economía.

Además, el hecho de una escalada en la preocupación y oposición de los ciudadanos estadounidenses a las políticas de Washington llevará a China a tomar medidas racionales y pragmáticas para enfrentar la situación. Por supuesto, China tomará las contramedidas necesarias para hacerle frente a la arbitrariedad de Estados Unidos y utilizará los medios acertados para enfrentar el diferendo comercial vigente.

 

El autor es investigador del Centro Chino de Intercambios Económicos e Internacionales.

(Web editor: 实习生, Rosa Liu)

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