Por Toni Michel y Jiang Yuan
El lado oscuro de las tecnologías del mañana
Beijing, 25/08/2017 (El Pueblo en Línea) - El terrorismo tiene una larga historia y ha adquirido muchas características propias. Una de ellas es que siempre apuntan a causar estragos que sean los más masivos posibles y de ser posible que afecten a toda una comunidad. Esto es lo que vemos hoy en los ataques realizados en Europa que han sido refrendados por el autodenominado Estado islámico. También en ejemplos anteriores como el ataque de gas en el metro de Tokío en 1995 o los bombardeos a los bares y zonas de reuniones públicas durante el conflicto de Irlanda del Norte.
Un terrorista que pretende herir o matar al máximo número de personas solía elegir entre organizar una arquitectura compleja: trama elaborada, tecnología explosiva de alto nivel, amplio presupuesto y sofisticada logística o utilizar un crudo y fácil ataque: tirarle un camión encima a una multitud, sacar un cuchillo y repartir puñalas hasta que lo maten o cargar una pistola y tratar de abatir a tantos inocentes como sea posible mientras pueda y tenga municiones.
A la hora de perpetrar un ataque espectacular, el problema fundamental es que hay un alto riesgo de ser descubierto por la policía antes de que se produzca, ya que los servicios especiales están constantemente monitoreando los flujos financieros, las comunicaciones y todos los patrones posibles que puedan llevarlo hacia actividades terroristas.
Por el contrario, el problema que aparece cuando se programa un ataque simple y crudo es que la policía suele reaccionar a posteriori con gran rapidez, neutralizando al atacante y por consiguiente, limitando su número de víctimas.
Hoy en día hay una nueva perspectiva aterradora que se yuxtapone a los dos tipos fundamentales de ataques terroristas descritos: el asalto relámpago armado.
Una razón para pensar en ello es la evidencia de que los terroristas del Estado islámico han tenido acceso a gigantescos suministros de fusiles de asalto que proliferaron en el mercado negro durante y después de los conflictos balcánicos de los años noventa. Estas armas se pueden comprar por unos pocos miles de dólares y ya fueron utilizadas durante los ataques de París (2015) que le arrebato la vida a 130 personas. Durante el primer momento de un ataque combinado, es mucho más difícil para la policía neutralizar eficazmente a un atancante que posea tal poder de fuego.
En segundo lugar, y lo más importante, es que las nuevas tecnologías que pronto estarán disponibles -a precios muy populares- podrían emplearse para llevar a cabo ataques más complejos con mayores facilidades para tener éxito y todo hecho a un bajo costo.
Consideremos el uso de drones. Los aviones teledirigidos de control remoto pueden ser comprados por apenas 2.000 dólares y pueden cargar hasta 5 kilogramos de peso. Con el presupuesto de los atacantes de los sucesos de París del 2015, se podían comprar hasta 15 de esos drones y equiparlos con granadas u otros explosivos de alto calible. Es fácil imaginar cómo una trama tan espectacular y que cobraría decenas de víctimas podría llevarse a cabo con tan poco riesgo personal para el atacante. En Mosul, el Estado islámico ya está utilizando drones armados con una eficiencia aterradora.
La policía que protege las reuniones de los jefes de Estado establece redes de patrullaje con drones (que hoy cubren todo el atrio del Consejo Europeo de Bruselas), pistolas especializadas para bajar drones enemigos y un sistema de dispositivos de interferencia de señales. Sin embargo, la población de a pie sigue siendo vulnerable a esta nueva técnica disponible para hacer terrorismo.
Otra innovadora invención que puede remodelar toda nuestra vida y ofrecer nuevas posibilidades a los malhechores son las impresoras 3D. Mientras que la tecnología promete posibilidades asombrosas para la autoconstrucción de objetos y permite imprimir piezas de repuesto desde una estación espacial internacional, los entusiastas del armamento han estado creando diseños para inaugurar la era de las armas plásticas. Aún se necesita utilizar algo de metal para mantener las piezas juntas y para las balas mismas, pero en un futuro próximo no hay garantía de que tal arma plástica evada la alarma de un detector de metales en un aeropuerto u otro sitio público. Además, la distribución y disponibilidad de armas de fuego podría aumentar drásticamente. Como respuesta, la seguridad aeroportuaria en algunos lugares ha instalado escáneres de cuerpo entero "desnudos" que detectan cualquier objeto oculto. Aunque las autoridades tienen que permanecer alerta ante la posible miniaturización de los diseños.
Por último, en la era de la criptomoneda -que no está respaldada por ningún gobierno y no tienen curso legal- se está haciendo más y más complicado seguir las finanzas terroristas. Muchas de las transacciones en moneda criptomoneda son anónimas y casi imposibles de rastrear.
Por lo tanto, está claro que las tecnologías de ahora y de mañana están difuminando el límite entre los ataques meticulosamente planificados de alto perfil y una violencia más simple y cruda.
En algunas áreas, afortunadamente los servicios de seguridad van por delante, en otros necesitan con urgencia ponerse al día. Y lo más importante es que se comprenda a cabalidad que para erradicar el terrorismo, los gobiernos y las sociedades tienen que abordar las causas medulares que lo generan, y no quedarse en el mero enfrentamiento a sus síntomas visibles o en la prevención de futuros ataques.
Toni Michel y Jiang Yuan son analistas de asuntos post-soviéticos e internacionales.
Wang Pinrui contribuyó a este artículo.
(Web editor: Elena G., Rosa Liu)