Estos días, un grupo de fotos se ha convertido en un tema polémico en internet. En ellas se ve a algunos chinos que se lavan los pies en una fuente fuera del Museo del Louvre, en París, Francia, como si no hubiera nadie alrededor. Esto constituye una nueva nota de pie de página para explicar el comportamiento incivilizado de los chinos en los viajes al extranjero, como dejar mensajes en las reliquias, gritar en público y colarse en las filas de las tiendas libres de impuestos, entre otras cosas, lo que no deja de indignarnos porque constituye una “vergüenza nacional”.
Gracias a un nivel de vida cada día más acomodado, hay cada vez más chinos que pueden salir del país para conocer el mundo. Del año 2000 al 2012, la cantidad de turistas chinos que viajaron al extranjero aumentó más de 8 veces. Cuando los chinos ya han llegado a los cinco continentes, la gente siente el “poder duro” del país, pero hay una “debilidad” que es preocupante: el grado de civilización de algunos chinos no ha aumentado al mismo ritmo que el enriquecimiento de sus carteras. Debido a sus comportamientos, en el extranjero llaman a los chinos “dueños del oro”, que consumen pero no logran el respeto. Esta contradicción llamativa no sólo no corresponde a la imagen de China como “un país cortés”, sino también daña gravemente la imagen de nuestro país en el exterior.
Los departamentos de turismo publicaron una Iniciativa de Turismo Civilizado para los Ciudadanos Chinos en el Exterior en un momento muy adecuado. Cada chino, con su piel amarilla y ojos negros, constituye una vía sensible para que los extranjeros conozcan a China. De tal manera, hay que considerar bien cómo se comporta “un turista calificado”, para que el elevar nuestra calidad como ciudadanos se convierta en “una lección imprescindible para el desarrollo”. Esto no sólo está vinculado con la educación personal y la imagen de China en el mundo, sino también tiene relación directa con la educación y la civilización de todo un país y el “poder blando” de su cultura.